Seamos una iglesia sana
- Rvdo. Alberto J. Díaz Rivera

- 26 jul
- 2 Min. de lectura
Jeremías 8: 18–22

Se acerca nuestro Jubileo de Aniversario 125. Celebrar un año más como iglesia nos sirve de motivación para las festividades propias producto de nuestra gratitud a Dios. Sin embargo, también debe invitarnos a la reflexión como comunidad de fe, a evaluar nuestra pertinencia profética y compromiso misional.
Precisamente ese es el llamado que el profeta Jeremías hizo durante un tiempo muy complejo que vivía el reino de Judá. Era un tiempo de confusión y de pensamientos enfrentados, por lo que era necesario escuchar la voz de Dios y ser dirigidos por Él. A pesar del consejo divino, Judá no le obedeció, lo que los llevó como pueblo a una condición como la de una enfermedad terminal. Tal situación produjo en el profeta un clamor cargado de angustia y desesperación, en medio del cual llegó a preguntarse: “¿No hay bálsamo en Galaad? ¿No hay allí médico?”. Este clamor respondía a que, en el pensamiento del profeta, el pecado era una enfermedad que llevaba al ser humano a su propia destrucción y muerte, y que solo la presencia de Dios podía sanar. Así mismo también lo expresó el apóstol Pablo: “Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Rom.6.23).
Este conocimiento debe motivarnos a abrir nuestros oídos a la voz de Dios, pues, al obedecerle, además de encontrar medicina para nosotros mismos, seremos como la sal que preserva, la luz que alumbra y la medicina que sana la enfermedad de nuestro pueblo.
Próximos a iniciar un mes entero de celebración, propongámonos decididamente ser instrumentos de sanidad para nuestra comunidad de fe, familias, visitantes, en fin, para nuestro Puerto Rico. Hagámoslo compartiendo la voz de Dios a través de la proclamación e invitando a otros a escuchar el mensaje de Dios. Compartamos también Su voz a través del servicio al prójimo, las relaciones restauradas y el testimonio personal. Hagamos saber a quienes nos rodean que somos una comunidad sana, porque hemos hallado al médico por excelencia: nuestro Señor Jesucristo. Que en medio de los tiempos complejos y confusos en los que vivimos no haya en nosotros lamento, sino el anuncio de que hay un lugar para la sanidad del alma.
¡Feliz Jubileo de Aniversario!










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