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Un cántico de paz en la noche oscura

Pero de día mandará el Señor su misericordia.

Y de noche su cántico estará conmigo,

y mi oración al Dios de mi vida.”

-Salmo 42:8

 

Con cuánta frecuencia los salmos hacen referencia a la noche, al momento oscuro, al silencio de la noche. Sin lugar a dudas será porque la noche representa las horas de soledad, las horas en que nos debatimos entre la necesidad de descansar y los pensamientos de intranquilidad y temor que nos acechan. Más allá del romanticismo de las noches de luna, la realidad es que con más frecuencia, la noche se convierte en el momento de la desesperación.

¡Cuántas personas han pasado por la angustia de no poder reconciliar el sueño, o de despertarse en medio de la noche con el pensamiento en una situación que, por más que deseemos, al momento no podemos hacer nada al respecto! Pocas personas tienen esa capacidad de decirse a sí mismas, “sigo durmiendo y ya mañana lo resuelvo”.

Quienes confían en Dios, aun en medio de la noche, es decir, del momento tenebroso, de la dificultad, de los temores, de las angustias, saben de dónde viene su esperanza y su confianza. Quienes ponen su mirada en el Señor, no desesperan, ni desmayan, sino que tienen la seguridad que la mañana llegará y con ella la claridad, la luz, la dirección para tomar el camino hacia adelante.

Hay paz completa y perfecta cuando somos capaces, en medio de la noche, de confiar que Dios está presente y que su compañía nos arropa y su presencia nos sostiene. Qué diferencia hace cuando esperamos tranquilamente porque sentimos que su cántico nos llega. Así como las nanas que nos cantaban en nuestra niñez, o que cantamos a nuestros hijos o nietos y nietas. El cántico de Dios, que no es otra cosa que la seguridad que trae ese sentir en nuestro espíritu, de Su presencia. Eso es lo que le permite al salmista afirmar que, aún si las cosas toman un giro inesperado o si aún el terreno que está bajo nuestros pies se abre, sentimos el sostén del Dios que nos acompaña y que sin duda, nos permitirá salir adelante.

Esta es la paz que Jesús da. No es la ausencia de conflictos o de luchas, sino la seguridad de su Shalom, es decir, su completa paz. Y esto es así, porque el Señor está presente y donde está el Señor, hay esperanza, hay luz, hay gozo, aun en medio del dolor, hay dirección, en medio de la confusión y hay vida, aún más allá de la muerte. Escucha la voz de Dios, que viene a tu vida, como un cántico de paz en tu noche oscura.

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