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¡Seamos auténticos!

Mateo 5.13-16

 

¿Cuántas veces has adquirido algo que parece ser y no es? Hace algún tiempo mi suegra vio en una de estas plataformas de ventas un traje que le pareció muy bonito en su diseño y colores. Ordenó el mismo y al recibirlo se percató que lo recibido era muy diferente a la imagen que había visto en la plataforma. Los colores no tenían la intensidad que tenían en la foto, la calidad era muy por debajo a la que aparentaba tener. Ni hablar del tamaño de la pieza que recibió, aquello era una sábana. Es posible que algo similar hayas observado en otros/as personas. Por ejemplo, en líderes políticos que se presentan a la sociedad como personas honorables y respetables, mas sus acciones dictan lo contrario. Esto sucede porque en muchas ocasiones el ser humano carece de autenticidad. De la misma manera puede llegar a suceder con nosotros/as los/as creyentes.


En el verso anterior al que estamos considerando, es decir, en Mateo 5.11, Jesús expresó: “bienaventurados... cuando por mi causa os vituperen y persigan y digan toda clase de mal…”, mas insiste en que sus enseñanzas deben producir en ellos/as una vida auténtica. Jesús utiliza la imagen de la sal para instruir lo que sus enseñanzas hacen en el corazón humano. En la antigüedad la sal se utilizaba como preservativo, como antiséptico, que, entre otras cosas, se les echaba a las carnes para preservarlas. Esto evitaba el deterioro de estas, de manera que las mismas pudieran ser consumidas. Sin embargo, la sal podía ser insípida pues la mayoría de la sal que se usaba en Palestina provenía del Mar Muerto y podía llegar a sus destinos llena de impureza y sin sabor.


La segunda imagen que nos presenta Jesús es la de la luz. En las Escrituras esto hace referencia a la multiplicidad de las virtudes divinas. En los tiempos de Jesús las personas se alumbraban en sus casas con pequeñas lámparas de arcilla que utilizaban aceite de oliva como combustible. La luz que generaban era tenue, así que las ubicaban en lugares estratégicos de la casa o la habitación. Podían ponerse en portalámparas, en un pequeño nicho en la pared o en un bloque que sobresalía de la pared. Estas lámparas se dejaban encendidas durante la noche con el propósito de alejar a quienes podían merodear en medio de la oscuridad.


Finalmente, Jesús utilizó ambas imágenes para representar cómo deben ser sus seguidores/as. Sus discípulos/as debían ser auténticos/as: personas que con su vida y testimonio produjeran en otros/as experiencias de vida y seguridad. Debían ser sal y luz: cumpliendo su propósito en medio del sinsabor que abruma a la sociedad y de la oscuridad que pretende cegar al ser humano.


Bendiciones,


Pastor Alberto

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