“ocúpense en su salvación con temor y temblor” –Filipenses 2:12b

Vivimos en una sociedad que valora estar constantemente ocupado, haciendo, trabajando, creando, produciendo. La mayoría de la gente parece vivir en un estado constante de ocupación: el trabajo, la casa, la escuela, los niños, la asociación de vecinos, etc. etc. etc. Incluso a los niños, desde pequeños, los enlistamos en esa carrera desenfrenada de la ocupación. Ya los niños no comienzan la escuela a los cinco años en kínder o a los cuatro en prekínder: ahora comienzan en preprekínder con uniformes y mochilas. Luego de la escuela los tenemos en tutorías, programas after school, clases de gimnasia, soccer, música, danza, baloncesto, voleibol, etc. etc. etc. Son actividades que todas, en sí mismas, son muy buenas, pero juntas se pueden convertir en una fuente de presión, de estrés y de competencia no sana. Y así viven muchos a nuestro alrededor: niños, jóvenes y adultos que no tienen espacio ni tiempo en su agenda de vida para el descanso, la reflexión, el desarrollo interno y la vida del Espíritu. Muchas de nuestras iglesias están llenas de cristianos que no tienen ni el tiempo ni la energía —mucho menos el deseo— para practicar las disciplinas espirituales de manera genuina y profunda, y, por lo tanto, no hay crecimiento, no hay desarrollo, no hay permanencia.
Es hora de comenzar a ocuparnos de manera consciente e intencional en nuestra salvación; no para salvarnos a nosotros mismos; no para asegurarnos de no perderla, como muchos equivocadamente enseñan y predican. Ocuparnos de nuestra salvación se trata de dedicarnos a cultivar y crecer en nuestra relación íntima y personal con Cristo, quien ya nos ha salvado y nos ha dado vida abundante y eterna. Se trata de dedicarnos a Él, de hacer de Su llamado nuestra misión y propósito de vida.
¡Que nuestra salvación sea lo que nos mueva y nos impulse en nuestro diario vivir! ¡Que nuestra salvación sea efectiva y evidente en todo lo que ocupa nuestros días: en el trabajo, la escuela, la casa, el vecindario y en todo lo demás a lo que le damos espacio en nuestra vida! ¡Que crezcamos y nos desarrollemos de manera plena e íntegra! ¡Que juntos como iglesia crezcamos hasta alcanzar la medida de la estatura de la plenitud de Cristo! (Efesios 4:13)
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