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Miremos con esperanza los propósitos de Dios

Hebreos 11.35–40

 

Hoy terminamos un recorrido de predicación basado en Hebreos 11. Durante este recorrido, hemos considerado la vida de hombres y mujeres que tuvieron desde experiencias extraordinarias —como ser testigos de grandes milagros— hasta experiencias muy difíciles que les costarían la vida misma. Para presentar estas experiencias, el autor hace un recorrido por grandes personajes de la historia antigua de Israel, como lo fueron Abel, Enoc y Abraham. En su recorrido considera la historia de los líderes que le dieron formación al pueblo de Israel, entre los que encontramos a Moisés y Josué, y continúa con aquellos personajes que fueron instrumentos para que Israel escuchara la voz de Dios, como lo fueron Samuel y el resto de los profetas. Finalmente, como no queriendo dejar a nadie fuera, considera la historia de un sinnúmero de personas que no son mencionadas por sus nombres, pero que alcanzaron buen testimonio mediante la fe.


Precisamente es este último grupo de personas en quien pondremos nuestra atención hoy. Estos, al igual que los mencionados anteriormente, experimentaron momentos de sufrimiento y dolor, mas habían desarrollado una esperanza que no debemos pasar por alto: la esperanza de la resurrección. La enseñanza acerca de la resurrección evolucionó a lo largo de la historia de Israel, al punto que, para el tiempo de Jesús, la misma era aceptada por un amplio sector de la población y rechazada por otro. Para transmitir la idea de cómo se enfrenta la crisis en esperanza, el autor utiliza como ejemplo aquellos que “fueron atormentados”. El libro de Macabeos, el cual no se encuentra en nuestro canon bíblico, presenta como ejemplo la historia de personas que fueron condenadas a muerte y en el proceso afirmaron la esperanza de la resurrección.


Luego de tantos ejemplos, el autor de la carta le dice a la iglesia que estos héroes y heroínas, “aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido”. Mas hace una distinción muy importante: “proveyó Dios para nosotros”. Pienso que esa provisión divina a nuestras vidas está en que podemos considerar el ejemplo de ellos como un modelo de fe, pero, ante todo, tenemos el ejemplo de Jesús, quien nos demostró con su resurrección que ni el dolor ni el sufrimiento tienen la última palabra para quienes confían en Él. Así pues, ante los desaciertos y sinsabores de la vida, recordemos que la fe nos invita a mirar en esperanza los propósitos de Dios.

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