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Foto del escritorRvdo. Alberto J. Díaz Rivera

Madres que sufren


El pasado jueves Nitza Ortiz y Keila Ortiz se unieron en el dolor, sí, en el dolor de aquellas madres que sufren. La primera es la madre de Arellys Mercado y la segunda madre de Keishla Rodríguez, ambas jóvenes vilmente asesinadas. Se conocieron en el momento menos deseado: la despedida de una hija/o a la eternidad. Aquel encuentro, aunque triste, fue revelador porque una de esas madres le decía a la otra cómo ha sido posible caminar en medio de su dolor.


Al ver aquella escena, dos textos bíblicos vinieron a mi pensamiento. El primero, el momento en el que Jesús fue presentado por su madre y padre en el templo. Aquel momento fue más que un momento ritual, fue un momento revelador. Según el texto bíblico, allí llegó Simeón, un “hombre justo y piadoso… quien tenía el acompañamiento del Espíritu de Dios”. Éste, al tomar el niño Jesús en sus brazos, bendijo a Dios y dijo a su madre María: “He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones”. Con estas palabras, Simeón le trataba de describir a María cómo sería el dolor que ella atravesaría. Hoy sabemos nosotros/as que Simeón hacía referencia al dolor de ver a su hijo morir en la cruz.


La escena de aquellas madres fue también una testimonial, pues Nitza Ortiz le compartía a Keila Ortiz acerca de aquellas herramientas que le han ayudado en su valle de sombra y de muerte: entre ellas, “aferrarse a la Palabra”. Inmediatamente vino a mi pensamiento uno de los versos más conocidos de las Escrituras, el Salmo 23 versículo 4: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento”. A mi juicio, aquel testimonio no trataba de evitar u ocultar el dolor, sino que, todo lo contrario, dejaba ver como en medio del dolor Dios se hace presente.


A Dietrich Bonhoeffer, un pastor y teólogo alemán que denunció las políticas nazistas para finales del 1930, le fue prohibido predicar y enseñar. En 1943 lo arrestaron por ayudar a judíos a escapar a Suiza; en el 1944 fue llevado a un campo de concentración, y, en el 1945 fue condenado a morir en la horca. Bonhoeffer nunca buscó presentar un “dios tranquilizante” que evita que el ser humano vea o sienta el sufrimiento. ¡No! Él presentó al Dios que se reveló en Jesús, aquel que sufre en el mundo y por el mundo. Aquel que en los valles de sombra y de muerte se hace presente para infundir el ánimo que el ser humano necesita.


En este Día de las Madres no podemos pasar por alto aquellas madres que hoy no pueden celebrar por la ausencia de un/a hijo/a. Hoy nos recordamos de ellas y oramos para que la presencia divina se haga presente, sosteniéndoles y alentándoles.


Bendiciones,

Pastor Alberto

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