Lucas 14: 25–33
En los pasados escritos hemos ponderado el encargo que Dios le dio a su iglesia de alcanzar y predicar. En esta ocasión, quiero invitarles a reflexionar en el encargo de discipular. Les invito a esta reflexión porque estas son las tres acciones que le fueron delegadas a la iglesia en la Gran Comisión. En las Sagradas Escrituras no encontramos una definición estructurada y argumentada sobre el discipulado. Así pues, no debemos limitar la acción de discipular a una clase o una mentoría, aunque ambas experiencias son necesarias en la vida de fe. Para entender lo que es el discipulado, debemos observar lo que Jesús habló acerca de lo que es ser un discípulo.
Los evangelios presentan los criterios utilizados por Jesús para describir quiénes son sus discípulos. El pasaje considerado nos presenta uno de los criterios: la renuncia a las posesiones, incluidas las emocionales. Con este criterio, Jesús no contradice su mandamiento de amar al prójimo incluidas nuestras familias: lo que pretende destacar es la devoción completa y la lealtad verdadera que deben existir en quien desee ser un discípulo del Señor. El evangelio de Mateo propone otras características de un discípulo del Señor: negarse a sí mismo, tomar la cruz y seguirle. La primera es la renuncia a la confianza en uno mismo para depender y confiar plenamente en Dios. Podemos entender tomar la cruz como la disposición a asumir el costo que pueda conllevar nuestra unión con Cristo. Seguirle es la acción disciplinada de permanecer en Él. Por su parte, el evangelio de Juan presenta como característica de un discípulo el amor que este siente por aquellos con quienes camina en la fe. Estas características, y otras más, son importantes en el proceso de construcción de la vida de fe a la que Dios ha llamado a su iglesia.
Para ejemplificar esto de manera concreta, Jesús habló acerca de los planes cuando se comienza una construcción. Cuando se hace un plan de construcción, además de tener el deseo de construir, se toman en cuenta los gastos y materiales del proyecto, pues, cuando el proceso de planificación no es adecuado, existe el riesgo de que la construcción no se pueda llevar a término. Así pues, el encargo de discipular es para la iglesia un proyecto de construcción colectiva que permite orgánicamente modelar las características de ser un discípulo y que otros puedan observarlas y adoptarlas. Con esta ilustración, Jesús tiene como propósito hacernos saber que, si en nuestras vidas como creyentes no consideramos aquellos criterios que nos hacen ser discípulos y no los compartimos con otros que advienen a la fe, la construcción de nuestra vida de fe estará inconclusa.
¡Que el Señor nos ayude a ser discípulos para verdaderamente ser una iglesia que discipula!
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