Éxodo 14: 15

El poeta uruguayo Mario Benedetti en su poema “No te salves” escribió:
No te salves,
No te quedes inmóvil al borde del camino,
No congeles el júbilo,
No quieras con desgana;
No te salves ahora ni nunca, no te salves.
No te llenes de calma,
No reserves el mundo solo un rincón tranquilo,
No dejes caer los párpados pesados como juicios,
No te quedes sin labios,
No te duermas sin sueño,
No te pienses sin sangre,
No te juzgues sin tiempo…
Al leer esta porción del poema, me inclino a pensar que el autor anima al lector a no rehuirle a las adversidades, sino a afrontar los desafíos de la vida con determinación y ánimo. Hace este planteamiento porque, como seres humanos, enfrentamos momentos en los que podemos estar en riesgo de perder la alegría, el ánimo y el deseo de servir, momentos en los que parece que aislarse o ignorar la realidad es la salida correcta. Para el autor era tan importante la actitud que se asume ante la adversidad que, al terminar el poema, transmite la idea de que quien no es determinado y valiente ante la adversidad no puede caminar a su lado.
Esto me hace pensar en la salida de Egipto de los hijos de Israel, en la cual se vieron tentados a “salvarse a sí mismos”, tentados a creer que la esclavitud y el aislamiento eran la única salida. Ante tal actitud, Dios le habló a Moisés: “dile a mi pueblo que marche”. Tenían que proseguir; no debían detenerse, pues, en lo desconocido, encontrarían aquella promesa divina para ellos. No podían detenerse, pues la “mano poderosa” que les sacó de la esclavitud y les libró de la muerte les conduciría a un lugar de libertad y vida. Ante aquella adversidad, Dios les ordenó marchar, pues las adversidades se enfrentan con determinación y fe.
De la misma manera, durante esta semana de aniversario, Dios nos ha invitado como iglesia a continuar marchando, a enfrentar los retos congregacionales con determinación y ánimo. Ante su orden, marchamos, es decir, caminamos en fe. Caminamos para ser una iglesia sana que, ante los conflictos, lejos de dividirse, crece. Una iglesia que, ante el reto de la diversidad, se fortalece. Una iglesia que testifica fielmente acerca de Aquel que la constituyó como iglesia. Somos una iglesia que camina en fe, no para aislarse del mundo, sino para, en medio del mundo, vivir el propósito de Dios.
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