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Foto del escritorRvda. Adlin Quiles

Escogidos para dar fruto

“Ustedes no me eligieron a mí; yo los elegí a ustedes. Les encargué que vayan y produzcan frutos duraderos, así el Padre les dará todo lo que pidan en mi nombre.” –Juan 15:16 (NTV)

 

No hay nada mejor que sentir que tu vida tiene sentido. Descubrir cuál es tu razón de ser y vivir, cada día consciente de ello, te ubica en el camino de la felicidad. Sin embargo, muchos hombres y mujeres caminan por la vida sin sentido de propósito o dirección. Más que caminar, se arrastran cargando un gran peso de frustración que los lleva a la amargura. Otros se conforman con existir como si estuvieran montados en una trotadora, andando monótonamente sin llegar a ningún lado. No han logrado comprender para qué están aquí. Pero tú y yo hemos podido dejar de arrastrarnos y bajarnos de la trotadora. Fuimos capaces de escuchar la voz de Dios un día. Más aún, fuimos capaces de responder a su llamado. Aquel día comenzamos a caminar como los escogidos. En Juan 15:16, Jesús le aclara a sus discípulos que, en el caminar de la vida nueva en Dios, la iniciativa la tomó Jesús mismo. “Yo los elegí a ustedes”. La palabra “elegir” significa que se selecciona a alguien o algo para un fin en particular. Hay un objetivo, un fin que alcanzar. Jesús tomó la iniciativa porque tenía un propósito. No fue por casualidad, ni por capricho. El Señor escoge a sus discípulos para que den fruto, y fruto que perdure, que permanezca. Cuando los discípulos descubren —conocen— para qué han sido llamados, todo cambia. Si recordamos la historia de aquellos primeros discípulos que caminaron con Jesús, podemos reconocer que en un período de tres años la vida de ellos y de quienes les rodeaban fue rotundamente transformada. No solo dieron fruto —mucho fruto— sino que su fruto permanece aún. Hoy nosotros somos los elegidos de Dios, tal como lo fueron aquellos doce. Dios nos eligió, nos escogió, nos llamó para que entráramos a una nueva experiencia de vida con Él y para que, como aquellos doce, nosotros también cambiemos el mundo. Preguntémonos entonces: ¿estamos dando fruto? ¿Ese fruto está cambiando vidas? Mi oración es que tú y yo vivamos conscientes de que somos los elegidos y que tenemos un propósito que cumplir. No volvamos a treparnos en la trotadora. Caminemos hacia la felicidad seguros del llamado que hemos recibido y dispuestos a dar fruto.

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