“Que el Señor os lleve a amar como Dios ama, y a perseverar como Cristo perseveró.” -2 Tesalonicenses 3: 5
Esta semana como parte de nuestra celebración del 120 aniversario de nuestra congregación, destacamos el tema del servicio, otra columna fundamental del ministerio de nuestra iglesia a lo largo de su historia.
El apóstol Pablo en esta carta a la iglesia en Tesalónica comparte su oración para que la presencia del Espíritu de Dios se manifieste a través de esta comunidad en actos de amor, por causa de su fidelidad a Cristo Jesús y su misión.
Esta oración no se da en circunstancias óptimas. Las palabras del apóstol, dirigidas a ésta y otras comunidades de fe, se dan en circunstancias duras, en momentos de incertidumbre, en ocasiones cuando la gente se pregunta si Dios tiene algún futuro para su pueblo. La verdad es que si miramos a nuestro alrededor esta situación no se distancia mucho de la nuestra. Porque a pesar de que nos encontramos en celebración, estamos en medio de una sociedad destruida, desesperada, una tierra herida, un pueblo que se pregunta cómo continuará adelante. A nivel tanto individual como colectivo, se hace cada vez más duro levantarnos de las caídas, recuperar las fuerzas; distinguir las señales, encontrar el camino. Esto produce cierto grado de desesperanza y desasosiego que hace que algunas personas pierdan el norte y desvíen el rumbo de sus vidas.
Parecería pues, que es momento de enfocar la mirada en nosotros y nosotras mismas y en nuestras necesidades; como si la encomienda fuese, “sálvese quien pueda”. Sin embargo, esa no ha sido ni será nuestra realidad como iglesia.
Las hermanas y los hermanos que a lo largo de 120 años han permanecido fieles a su compromiso de servicio, lo han hecho desde las dificultades personales y sociales, la escasez económica, faenas agotadoras y retos extraordinarios. Ese es el legado de fidelidad que recibimos y es a su vez el que dejamos para las generaciones siguientes.
Hoy, como ayer, en medio de circunstancias que parecen más allá de nuestro control, la iglesia de Jesucristo no sólo celebra al Dios que sigue mostrando su gracia infinita, sino que, además, traduce esa celebración y ese gozo, en manifestaciones diarias, concretas, de servicio en bien de las demás personas. Esto lo hacemos de manera individual, familiar, pero también comunitaria, a través del proyecto misional de la Corporación Milagros del Amor (CorMA).
Desde el servicio diario, nuestra iglesia evidencia al Dios que en Cristo Jesús nos muestra su bondad pues se hace nuestro amigo. Al Dios que; nos acompaña cuando todas las personas nos abandonan; nos afirma, cuando todos los demás nos echan de lado; nos mira de frente cuando las demás personas nos dan la espalda; nos extiende la mano cuando otros desean empujarnos más en el abismo; cuando otros tratan de destruirnos, Él nos construye de nuevo.
Éste pues, es un momento de gratitud basado en la recordación de lo que ha hecho el Señor a nuestro favor y es un momento de renovación de compromiso basado precisamente en esa misma recordación. Afirmamos y agradecemos que, el Dios que nos tomó en sus manos, aún hoy nos sostiene con su mano poderosa. Y a través nuestro, muestra en todo tiempo, su bondad y su fidelidad. ¡Gracias damos A Dios!
Prueba de Comentario en Estudio Bíblico PIBC