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Foto del escritorRvda. Yamina Apolinaris

En todo tiempo, damos testimonio de nuestra fe

Y Jesús llamó a sí a los que él quiso…para enviarles a predicar…”

Marcos 3:13-15

 

En esta porción del evangelio de Marcos, se nos describe la intencionalidad de Jesús al llamar a sus discípulos, al manifestar, no solo, que llamó a sí a los que quiso, sino además que les llamó con un propósito en particular.

“Para que estuviesen con él”. Parece redundante que el evangelista puntualice que uno de los objetivos de ese llamado es que los discípulos estuviesen con Jesús. Eso es bastante obvio, pues esa era precisamente la función de los discípulos, escuchar al maestro para poder comprender la enseñanza impartida. Pero en el caso de Jesús era diferente a los demás rabinos. No se trataba de que los discípulos aprendieran unas lecciones, era que las hiciesen suyas. No se trataba de que comprendieran una ley que les guardara del pecado, sino descubrir una gracia que les librara de todo pecado. No era aislarse de la vida y sus afanes, para no ser contaminados; sino estar de tal manera en el mundo, que el mismo mundo pudiese ser transformado.

“Para enviarles a predicar”. Cuan interesante es que la encomienda a predicar se da después de la de estar con Jesús. Esto es así porque no se puede hablar con convicción y veracidad, de lo que no se conoce, pues de lo contrario sería una mera repetición de un libreto aprendido. Pues hablar de Cristo, no se trata de convencer, sino de tener la convicción que va acompañada por la vida, y esto, a su vez, inspira a otras a seguir esos pasos. No porque seamos perfectos (as), sino porque somos personas auténticas e íntegras.

Jesús mostró a sus discípulos que se puede compartir un mensaje de transformación de diversas maneras. Jesús enseñó a sus discípulos que se predica con la palabra y se predica aún con el silencio; que se predica con los conceptos y también con las acciones. Pero a todos y todas nos llamó el Señor a predicar. Cuando hemos estado con Jesús, entonces podemos integrar de manera sana, apropiada y correcta su mensaje, de tal manera que esa Palabra eficaz cumple el propósito para el cual ha sido enviada.

“Para sanar enfermedades y echar fuera demonios”. En tiempos antiguos, las enfermedades y los demonios representaban el obstáculo mayor para que se cumpliese el propósito de Dios en nuestras vidas. Las enfermedades se entendían como causa de la maldad personal o de un castigo heredado por la maldad de los padres y los demonios, como el ataque de lo desconocido, lo que no se podía identificar ni controlar.

Quienes responden a la convocatoria divina saben que son enviados(as) a ser instrumentos de transformación en medio del mundo. Es decir, a identificar las consecuencias de nuestro distanciamiento de Dios; a identificar los obstáculos que impiden que la buena voluntad de Dios se cumpla y a propiciar y viabilizar la transformación necesaria en vías del shalom (salud, paz bienestar, salvación) de Dios a través de Cristo Jesús.

Esa es la misión de la iglesia; acercarnos a Jesús para estar con él de tal manera que podamos estar en el mundo. Dar testimonio del mensaje liberador, mensaje de esperanza y salvación tan necesario para nuestro pueblo en esta hora y discernir dónde están obrando las fuerzas destructoras de vida, para enfrentarlas con el poder transformador del Espíritu de Dios.

Marcos nos dice que el Señor llamó a sí a los que él quiso, y vinieron a él… es decir, les llamó, y no se resistieron, sino que respondieron. Así, tú y yo, hoy, como ayer, respondemos al llamado a ser cual Cristo, donde quiera que estemos.

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