“Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe.” –Hebreos 13:7
En la tradición bautista, el ministerio pastoral tiene un sitial significativo, tanto así que en la primera confesión de las iglesias bautistas en Londres se afirmó que el propósito del ministerio pastoral es: “alimentar, gobernar, servir, y edificar la iglesia de Cristo…de acuerdo con las ordenanzas de Dios y no por lucro”. Este ministerio parte de una respuesta obediente al llamado de Dios, pues no se trata de una encomienda propia sino de una encomienda divina de guiar, discipular, enseñar, cuidar y dirigir a un grupo de creyentes. Para esta encomienda se requiere vocación, pasión y compromiso.
Para los/as bautistas, el pastorado tiene relación directa con nuestro principio de sacerdocio universal del creyente: creemos que Dios nos ha llamado como un solo pueblo, sin clasificaciones o privilegios especiales en donde todos/as tenemos la responsabilidad de anunciar las virtudes del Dios que nos ha llamado. No obstante, aunque el llamado es universal, hay unas tareas específicas dentro de la iglesia. Debemos recordar la enseñanza del apóstol Pablo en la que presenta a la iglesia como un cuerpo con diversos miembros, para diversas funciones; así es la iglesia: tiene diversos dones para sus diversos ministerios. Por lo tanto, para un/a bautista, la diversidad de ministerios en la vida de la iglesia son tan importantes como la tarea pastoral y viceversa.
Desde la visión bautista, el pastor o pastora es quien ayuda a la comunidad de creyentes a discernir la voluntad de Dios, para que esa comunidad pueda demostrar en su vida, con sus acciones y decisiones, que ella es el pueblo de Dios. Esto significa que, entre las muchas responsabilidades pastorales, —como predicar, enseñar, visitar y orientar— el pastor o pastora también buscará guiar a esa comunidad de creyentes a cumplir con la voluntad de Dios en sus vidas, por lo que la tarea pastoral traspasa los límites de la visitación, consejería, consuelo o del apoyo. Es dirigir a la iglesia a alcanzar el propósito que Dios les ha señalado. Es guiar a la congregación a identificar y administrar los dones del Espíritu y sus capacidades. Es canalizar sus inquietudes, clarificar sus dudas. En fin, la tarea pastoral es ser instrumento de Dios al servicio de sus iguales.
En el mes de la apreciación pastoral, en particular este domingo 17 de octubre, afirmamos que el pastor o pastora debe ser una figura de autoridad en amor, testimonio, fidelidad y consejo. Debe guiar a su congregación a verdes pastos, a las aguas de reposo, a ser confortada y alentada en medio de los valles de sombra de muerte y a servir como instrumento divino para sanar las heridas, pues, en una iglesia bautista, el pastor o pastora reconoce que la autoridad en la iglesia y el poder transformador no residen en él o en ella, sino en Jesucristo.
Bendiciones,
Pastor Alberto
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