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Caminando con Dios

Hebreos 11.4

 

El pasado domingo iniciamos una jornada a través de la historia de los héroes y heroínas de la fe que encontramos en Hebreos 11. Abordamos la historia de Abel, hijo de la primera pareja humana, Adán y Eva, y quien fuera asesinado por su hermano Caín. El segundo en esta lista de héroes y heroínas es un miembro lejano de dicha familia: su nombre era Enoc. Este era el chozno (hijo del tataranieto) de Set, quien fue hermano de Caín y Abel. Su historia la encontramos en Génesis 5.


De esta historia hay dos cosas que me parece importante que podamos señalar. Según el texto, Enoc vivió 365 años. Estos años no debemos interpretarlos a la luz de nuestro contexto, sino a la luz del lugar en el cual se desarrollan estas historias. En el Medio Oriente se podía asignar a una persona una edad elevada, no para señalar su edad cronológica, sino su importancia en medio del orden social que les rodeaba. Es decir, la edad de la persona afirmaba la importancia que esta persona ocupaba en su entorno social. Ejemplo de esto lo encontramos en la antigua tradición sumeria que llegó a asignar a sus reyes hasta 30,000 años. Así pues, Enoc se presenta en la historia bíblica como un hombre respetado en su entorno familiar y social.


Lo segundo que deseo señalar va de la mano de lo anterior. El relato de Génesis, además de afirmar la edad de Enoc, hace una pausa para hacernos saber que, a pesar del pecado humano y sus consecuencias, es posible caminar con Dios. Es decir, es posible que el ser humano establezca una relación y comunión tan íntima con Dios que lo lleve al punto más sublime de la santidad: estar con Dios.


El testimonio de Enoc debe servir para cada uno de nosotros/as como un referente en nuestro caminar de fe, de manera que logremos caminar de la mano de Dios agradándole y siendo de testimonio a otros, no por quienes podamos ser o tener, sino por una íntima relación con Dios.

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