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Bajo Sus alas hay seguridad

Como pájaros revoleteando sobre su nido,

así protegerá el Señor Todopoderoso a Jerusalén.

La protegerá y salvará; la defenderá y rescatará.”

-Isaías 31: 5

 

Hay algo extraordinario con los textos bíblicos que no deja de fascinarme, y es que nos retan constantemente de modo que no podamos encasillar a Dios como muchas veces pretendemos. Como muchos de ustedes saben, el nombre de Dios en Hebreo es Yahweh (o Yavé), que significa… el que fue, el que es, el que será, el que hace que las cosas sean…. una casi podría decir etc., etc., etc.


Anécdota: Esto me recuerda la ocasión que una hermana de una iglesia estaba orando y en su lista de gratitud al Señor, de momento dice: "gracias por cuidar de nuestros hijos, gracias porque tenemos una casa, por los alimentos, por tus cuidados, etc., etc., etc. Yo dije amén con un poco de cautela pues no sabía exactamente qué incluían los etcéteras de la hermana.


Pero aquí lo que podemos decir es que ese nombre abierto de Dios, no significa que Dios es todas las cosas, lo que significa es que no podemos definirle, que no somos nosotros/nosotras quienes definimos a Dios, sino que Dios se define a sí.


Partiendo de ahí es que podemos ver cómo los escritores bíblicos por lo tanto, no tenían temor en utilizar imágenes diversas para hablar de los atributos divinos. Dios es como un padre que disciplina con amor; Dios es como una madre que no olvida el fruto de su vientre; Dios es como un ave, un águila, o una gallina que recoge a sus polluelos bajo sus alas.


El texto de Mateo viene como parte de toda una sección donde se señalan a los escribas y fariseos que se interponen al quehacer de Dios y a la voluntad de Dios para su pueblo. De modo que lo que plantea es, que, ante toda esa complejidad de la ley y las restricciones, con frecuencia perdemos de perspectiva lo más importante, y esto es, que Dios anhela cobijarnos, como una madre que arropa y acurruca a sus hijos y sus hijas, para brindarles seguridad, protección y consuelo.


En una ocasión leí un artículo en la revista National Geographic, que relataba una historia sobre un fuego en el Parque Nacional Yellowstone. Cuando comenzó la tarea de inspeccionar las zonas, uno de los trabajadores encontró un ave que estaba completamente calcinada y había quedado como petrificada al pie de un árbol. El hombre le dio con una vara y al caer, unos polluelos pequeñitos salieron de debajo del ave quemada, vivos. Aquella ave pudo haber volado lejos, pero no quiso dejar a sus polluelos. Y parece como si instintivamente ella supiera que los gases tóxicos suben, así que se quedó en la base de aquel árbol. Nos podemos imaginar cuando llegaron las llamas, aquella ave permaneció en aquel lugar como una madre que sacrifica su vida por los suyos.


Así es el amor de Dios que Jesús trató que conociésemos. Ese amor es del que habla el profeta Isaías cuando dice que, como las aves que vuelan, así obra Dios… amparando, librando, preservando y salvando.


Qué bueno es saber, que, en tiempos tan difíciles como estos, tenemos esa certeza, esa seguridad en el Dios que nos cubre bajo sus alas y nos brinda su protección.

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