Efesios 2: 20
En Puerto Rico estamos enfrentando una crisis de vivienda. Los proyectos para nuevas construcciones de vivienda han bajado dramáticamente. Por otro lado, los precios para la compra y alquiler de casas y apartamentos han aumentado exorbitantemente. Además, todavía estamos “bregando” con los problemas de vivienda que nos dejó el huracán María. Es triste ver que aún quedan toldos azules y casas en ruinas a nuestro derredor. La vivienda es una de las necesidades básicas de todo ciudadano. Tener una casa o un apartamento donde residir nos ofrece seguridad y, hasta cierto punto, una fuente de motivación para luchar.
La carta a los efesios nos presenta varias imágenes para describir a la iglesia. El autor de la carta compara la iglesia con el cuerpo, con una nación, con la familia y con un edificio. Si miramos los últimos versos del capítulo 2, veremos que Pablo afirma que nosotros, la iglesia, somos un edificio que ha sido construido sobre la zapata que estableció nuestro Señor Jesucristo, quien es la piedra principal del mismo. La sangre de Cristo derramada en la cruz del Calvario ha hecho espacio para que todos los que profesemos fe en Él como salvador personal pasemos a ser parte intrínseca de dicho edificio. Es Cristo quien ha establecido la base y quien mantiene el edificio unido, firme, de pie y en constante expansión. ¡Qué maravilloso es saber que nosotros somos parte de ese edificio! Pero aún más maravilloso es saber que ese no es un edificio cualquiera. Ese edificio tiene un motivo y un propósito. El verso 21 nos dice que ese edificio es una casa. “Todo el edificio se mantiene unido debido a él, quien hace que crezca y se convierta en un TEMPLO santo para el Señor.”
La palabra “templo” viene del latín “templum” que era el equivalente al término hebreo “beth Elohim” que significa la morada de Dios. Así que, bíblicamente la palabra “templo” significa CASA. Pero no es la casa de una persona cualquiera. Es la casa de Dios, de nuestro creador, de nuestro Padre. A través del sacrificio de Cristo, nosotros los creyentes nos hemos convertido no solo en el pueblo de Dios, no solo en la familia de Dios, sino en la casa donde habita y mora el Dios del universo. Iglesia, somos la casa de Dios, la morada donde reside Dios a través de su Espíritu. Es por eso que Dios nos llama a ser santos como Él y a vivir en unidad, así como Dios es uno con su Hijo y con su Espíritu. Este rol de ser su templo, su casa, es uno que debemos valorar y asumir con consciencia y compromiso. Mi oración es que podamos declarar cada día: “ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí” (Gal. 2:20).
¡Así nos ayude Dios!
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