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Tu Pueblo dice: ¡Gracias!


Texto: 1 Tesalonicenses 5:18


Esta semana que ha pasado, hemos sido confrontados y confrontadas con los temores que aún tenemos como pueblo. Un sistema de tormenta que amenazó con pasar sobre nuestro país, nos hizo recordar la vulnerabilidad en la que estamos, independientemente de si nuestros techos tengan, o no, los famosos toldos azules.


Pasado este “susto”, escuchamos a nuestro alrededor a personas dar gracias a Dios porque “se llevó la tormenta”. Si bien hay gratitud en nuestros corazones por no pasar por otra experiencia como la de María, decir que esto fue obra de Dios, es afirmar que Dios nos libró a nosotros, pero castigó las islas por las que pasó Dorian, y que de igual manera castigará también las islas y los estados del sur de Estados Unidos, por los que se espera que el huracán pase en su recorrido.


El huracán María dos años atrás, no fue un castigo de Dios como el “no paso” de Dorian esta semana tampoco representó su compasión. La misericordia de Dios está con nosotros y nosotras siempre, y nunca es asunto de que la merezcamos. Es gracia divina que nos acompaña y nos sustenta siempre, pues, así como dice el profeta, las misericordias del Señor se renuevan cada mañana, porque grande es su fidelidad.


Cuando el escritor bíblico nos invita a dar gracias en todo, lo que está diciendo es, que nuestra gratitud no puede estar condicionada a las circunstancias pasajeras que afrontamos. Es decir, que no necesitamos que todo nos vaya bien, para entonces expresar gratitud a Dios. Y es que la misma no depende de que lo que recibimos nos agrade, sino que la gratitud se manifiesta por razón de la certeza de que, no importa lo que venga a nuestro paso, el Señor está a nuestro lado.


Cuando el apóstol nos insta a dar gracias en todo, lo hace porque sabe que, en todo, se manifiesta la bondad del Señor. Porque en todas las circunstancias de nuestras vidas, vemos el obrar de Dios, llenándonos de fortaleza en situaciones que debilitan el espíritu y nutriéndonos con su gracia abundante en los momentos en que parece que todo se viene abajo.


No nos confundamos hermanos y hermanas, las tormentas y los huracanes son procesos de movimiento y transformación que son parte de la naturaleza que Dios creó. En cualquier caso, si tienen algún efecto de intervención humana, se da como resultado del calentamiento global. O sea, nuestra incapacidad para relacionarnos responsablemente con la naturaleza creada por Dios. Por ello, no podemos responder como si Dios obrase de forma caprichosa o que en unos momentos nos libre del desastre y en otros nos abandone a nuestra suerte.


Repito, el amor y la misericordia divina, no depende de los beneficios que obtengamos en un momento determinado. Pues el Señor no nos ha prometido una vida libre de dificultades, nos ha prometido estar a nuestro lado siempre. De ahí que podemos decir sin temor a equivocarnos, que Dios no nos ha prometido librarnos del embate de las tormentas y los huracanes, sino que nos ha prometido que, como dice el salmista; “aunque ande en valle de sombra y de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo”.


Por eso nuestro pueblo, ya sea en Puerto Rico, en las islas caribeñas, en la Florida o en cualquier lugar del mundo, da gracias al Señor, no porque se llevó a Dorian, sino porque su amor y su gracia son desde la eternidad, hasta la eternidad.

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