Hechos 11: 19–30

Al reflexionar en este pasaje es posible identificar algunos de los pilares de la iglesia. Podemos entender por pilar un elemento que sostiene o aguanta algún tipo de estructura. Vemos un ejemplo de esta cualidad de los pilares en los puentes. Los puentes se sostienen por pilares construidos debajo de ellos, y sin dichos pilares, los puentes no podrían construirse ni cumplir su función. De la misma manera, la iglesia tiene unos “pilares”, es decir, unos principios teológicos o prácticos que dan forma a lo que somos como iglesia, nos distinguen y sin los cuales no pudiéramos existir.
Según el texto, en la iglesia de Antioquía —lugar donde a los seguidores de Jesús se les llamó cristianos— había tres pilares que sostenían aquella comunidad de fe. Estos pilares consistían en tres acciones. La primera de estas era una predicación que superaba barreras religiosas y sociales. Este pilar era evidente en la evangelización a personas no judías, quienes creyeron y se unieron a la vida de la iglesia. La segunda acción era la enseñanza —la cual estuvo principalmente a cargo del apóstol Pablo— que tenía el propósito de formar a aquellos nuevos creyentes y fortalecer la fe de la totalidad de los creyentes de aquella comunidad. La tercera acción fue el servicio diligente y guiado por el Espíritu de Dios para con los hermanos de Judea. Gracias a estos tres pilares, la iglesia fue testigo de la mano del Señor que les bendijo con crecimiento, gracia y dirección del Espíritu.
La predicación, la enseñanza y el servicio deben seguir siendo los pilares que nos permitan como iglesia ejercer la función a la cual hemos sido llamados. Con esto en mente, debemos afirmar nuestro compromiso con la predicación del evangelio, sin limitar tal acción a quiénes, cómo y dónde prediquemos. Debemos comprometernos con una enseñanza centrada en la figura de Jesús, de manera que podamos internalizar sus enseñanzas, valores y ejemplo hasta que podamos imitarlo. Debemos servir bajo la dirección del Espíritu, pues, solo de esta manera, además de recibir bendiciones, seremos de bendición a otros. Si así lo hacemos podremos ser verdaderamente cristianos.
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