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Resultados de la obediencia

Hechos 11: 1–11


El pasaje considerado nos muestra a Pedro en una defensa ante los apóstoles. Según el relato bíblico, había una preocupación en el seno del liderato de la iglesia por haber violado la ley judía al hospedarse y comer con un gentil. Además, otra preocupación latente era que había bautizado a ese grupo de gentiles, rito que hasta ese momento había estado reservado para los judíos que advenían a la fe en Jesús. Vale aclarar que el bautismo del etíope puede considerarse una excepción a la norma establecida. En su defensa, Pedro les hace saber a los apóstoles que sus acciones no fueron motivadas por impulsos personales, pues inicialmente se resistió a la voz de Dios. Por ende, sus acciones fueron en obediencia a la instrucción que del Espíritu de Dios había recibido.

 

Interesantemente, cada uno de los sucesos que encontramos en esta historia bíblica sucedió como consecuencia de un acto de obediencia a Dios. Para el creyente, la obediencia debe ser un caminar de fe, pues, al obedecer, no siempre sabemos cuál será el resultado de nuestra jornada; solo sabemos que Dios va con nosotros. Así pues, hay cosas que solo se descubren en el ejercicio de la misión. Por ejemplo, Pedro descubrió —y, por él, la iglesia— que, en los lugares considerados inmundos, también había salvación. En esa dirección, nos dice Justo González que la iglesia descubrió, en medio de su misión entre los esclavos, que la esclavitud no era compatible con el evangelio. De igual manera, la iglesia descubrió que las misiones, además de fomentar el crecimiento, han producido diversas conversiones a medida que se han descubierto nuevas dimensiones del evangelio.

 

Iglesia, Dios nos llama a obedecer de tal manera que descubramos nuevas formas de hacer misión. Cuando hacemos esto, hay transformación. Lo vivido en Cesarea llevó a una conversión de fe y misión, pues Cornelio advino a la fe y los apóstoles a un nuevo entendimiento de esta. De la misma manera, como iglesia, debemos tener presente nuestro deber de responder obedientemente al llamado de Dios, en la seguridad de que, en el camino, descubriremos su voluntad y un nuevo entendimiento del evangelio.

 
 
 

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