Texto: Juan 4: 1-14
Durante el mes de octubre, nuestras iglesias celebran la Campaña Misionera Mundial. El texto tema para este año es tomado del encuentro de Jesús con la mujer samaritana según aparece en el Evangelio de Juan. Sin duda es una imagen poderosa y llena de simbolismos, que nos permite considerar lo que significa la tarea misionera desde diferentes vertientes.
De lo primero que resaltamos en el encuentro de Jesús con esta mujer, es que el mismo no se da por casualidad ni accidente. Porque Jesús siempre se ubica en el camino donde se ha de encontrar con las personas que los demás quieren evadir. Por esta razón, pudiendo quedarse callado, habla. Por esta razón entra en un diálogo con la persona menos apropiada, según las normas de su tiempo. Por eso, también se arriesga a que le den de beber de un embace del que no debe tomar y de una mujer de la que no lo debe recibir.
En esta escena sin sentido, tiene todo el sentido del mundo que Jesús hable de un agua, para la que no hay que tener cántaros exclusivos ni condiciones particulares, sino que fluye viva y abundante para toda persona que la necesita. Inclusive, aún la descripción que hace Jesús de la vida de esta mujer samaritana, no lo hace desde la burla ni el desprecio, lo que le permite a ella reconocer en él, a uno enviado de Dios.
Y así, por la palabra y por el obrar de Jesús, no sólo recibe del agua que fluye para transformación y vida, sino que a su vez, ella, la mujer, la samaritana, la de los cinco maridos, la inmunda, no sólo recibe de esa agua de vida, sino que además, se convierte en la primera embajadora en el Evangelio de Juan, del mensaje de Jesús.
De eso se trata el anuncio de la buena noticia de parte de Dios en Cristo Jesús. Es noticia esperanzadora, porque el amor, la justicia y la gracia de Dios fluyen a granel, sin distinción, para toda persona que tiene sed.
Es anuncio, pero es también convocatoria para que, quienes le siguen, es decir su iglesia, tome de igual manera su ejemplo, ubicándonos en todo lugar donde haya necesidad, y allí ser canales a través de los cuales fluya la gracia y el amor de Dios.
Así que, hermanos y hermanas, esta campaña misionera, no es asunto sólo de una ofrenda, o de enviar misioneros y misioneras alrededor del mundo. Comienza con el compromiso de evidenciar un testimonio de verticalidad y de amor, para que el mundo crea. Sólo así nuestra tarea misionera será fructífera. Sólo así este mundo sediento de paz, de justicia, de respeto, de integridad, de misericordia, de amor, verá el rostro y obra de Cristo, de maneras concretas y pertinentes para estas circunstancias y esta hora.
¡Tú y yo, con nuestras ofrendas y más que nuestras ofrendas, con nuestro testimonio constante, colaboramos con Dios para hacer posible que, fluya el agua viva a toda la humanidad!
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