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No dudamos, porque sabemos que, Dios ve

Génesis 16:13-14; 22:11-14; Hebreos 1:1



Estos pasajes de Génesis nos presentan dos historias impresionantes de encuentros con Dios. Uno es con Agar, en el momento en que se encuentra en el desierto, huyendo ante la incertidumbre de la hora, sin saber cuál ha de ser su futuro. En la siguiente está Abraham con su hijo Isaac, encaminándose al sacrificio solicitado por Dios.


En ambos casos, los encuentros traen como resultado el obrar de Dios de maneras extraordinarias, transformando las circunstancias de desolación e incertidumbre en momentos gloriosos de provisión divina.


Dios se presenta no sólo como el Dios que oye el clamor de Agar, sino además como el Dios que ve. Esta es la razón por la cual Agar le da el nombre a Dios, El Roi (el Dios que ve) y le cambia el nombre del lugar donde se da este encuentro como Beer-lahai-roi, el pozo del viviente que me ve.


Así que en la historia se combinan estos elementos de vista y oído. Dios oye la voz del muchacho y Dios abre los ojos de Agar para que ella misma pueda ver la fuente de la cual fluye el agua que será su salvación.


Resulta interesante que, en el pasaje posterior, Abraham también será invitado a levantar su vista, justo antes de sacrificar a su hijo, para ver la provisión que Dios pone de frente. Y Abraham también cambiará Yave yireh, Dios verá o Dios será visto. Ambas circunstancias, como a lo largo de toda esta historia, demuestran el nivel de confianza que Dios espera tanto de Agar como de Abraham.


Dios es el Dios que oye y ve las circunstancias de nuestra vida, y en ese ver y oír, surgirá la base para la confianza. Porque Dios obrará en el mundo y en las circunstancias de la vida de maneras que no podemos ver. Dios verá lo que no podemos ver, y de igual manera nos permitirá ver lo que no podemos. Él lo hará posible.


Este texto demuestra que Dios cumple su promesa, al traer novedad y liberación de todo lo que oprime. Dios nos sale al encuentro, mostrando el camino, abriendo los ojos para que podamos ver y haciéndose presente en nuestra necesidad.


No temas, le dijo Dios a Agar en el momento cuando parecía que todo terminaría. No temas, le dijo Dios a Isaías, cuando el profeta se sentía como un gusano, distante, de la presencia de Dios. No temas, le dijo Jesús a Jairo cuando le daban la noticia que su hija había muerto. No temas, fue la postura de Jesús, ante aquella mujer hemorroisa que se atrevió a tocar su manto; como también la expresión de perdón ante el pecador en la cruz.


El Dios que te ha visto y te ve, el Dios que te ha escuchado y te escucha, es el Dios que te dice no temas. Deposita tu fe en el Señor, pues la fe es la certeza de lo que se espera y la demostración de lo que no se ve.

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