
Números 27: 1-11
Esta semana, en varios lugares se conmemoró el día de la mujer, desde la reivindicación de los derechos de las mujeres. Como gente de fe, buscamos en las Escrituras la guía para nuestro caminar, y es así como nos encontramos con una historia, en el libro de Números, donde cinco hermanas audaces reclaman sus derechos. En ella encontramos unas claves que nos permiten considerar cómo es una comunidad de fe que se convierte en instrumento de gracia liberadora para la gente más vulnerable.
El pueblo estaba reunido para considerar la distribución de las tierras según cada clan y familia. Las hijas de Zelofehadconocían la ley y sabían que, ante la muerte de su padre, se quedarían sin su herencia y por ende sin un apellido. Así que se acercan a Moisés para requerir lo que les corresponde. Ellas se presentan con sus nombres, es decir, no en anonimato. Nombrar las personas y las situaciones por su nombre es esencial porque las personas que son afectadas por las injusticias y los prejuicios tienen identidad propia y su realidad no puede esconderse. De esta manera no queda duda de a quien se afecta.
Estas mujeres jóvenes se acercan y plantean sus argumentos de manera clara y firme. No solo reaccionan, sino que demuestran la disposición de actuar de tal manera que se reduzca la posibilidad de que vuelva a ocurrir. Además, se plantean alternativas que no estaban en las normas y costumbres establecidas. Esto significa hay veces que tenemos que pensar “fuera de la caja”, actuando desde la fe que reta la tradición, las costumbres establecidas, en búsqueda de lo que es justo. Esto hicieron estas mujeres y así, su reclamo abrió nuevas posibilidades para las mujeres por muchas generaciones, aun hasta hoy.
Nos encontramos ante tiempos difíciles. Es necesario que las iglesias, como aquellas hermanas, nos atrevamos a ser audaces, reconociendo la tarea que tenemos de ser agentes de transformación. La sociedad en general ha experimentado un cansancio y una falta de compasión increíble. Es necesario que recuperemos la esperanza y el deseo de que las cosas cambien. Hay que trabajar por una sociedad más justa e igualitaria y por una comunidad donde constantemente construyamos caminos de esperanza, abriendo y posibilitando espacios de gracia divina y proclamando justicia para todo ser humano.
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