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Foto del escritorRvda. Yamina Apolinaris

Hermanas Buscando Plenitud

Texto: Lucas 13:10-17


Hoy celebramos el Día de la Mujer Bautista. El tema para este año es, Hermanas Buscando Plenitud. He pensado que esta historia de sanidad de una mujer que nos relata el Evangelio de Lucas, es una narrativa que va al corazón mismo de este anhelo que se expresa en el tema.


Era una mujer encorvada, de la que no conocemos su nombre, de dónde proviene o su edad, tampoco sabemos por qué llevaba así tanto tiempo, solo sabemos que esta mujer llevaba 18 años encorvada y que de ninguna manera podía enderezarse.

Es interesante que el texto nos dice que se encontraba en la sinagoga. Es evidente además que se encontraba en el lugar apartado y poco visible, donde se ubicaban las mujeres. Este dato hace tan significativo el hecho que Jesús pudiese verla, distinguirla, más aún acercarse, llamarla y sanarla.


Para Jesús estaba claro que, si aquella mujer en aquellas condiciones estaba allí, en el lugar donde se hacía más difícil llevar su carga, es porque aquella mujer, estaba en busca de lo que pudiese traer plenitud a su vida. Jesús verdaderamente convierte la sinagoga en un lugar sagrado, y el sábado en un día sagrado. Con sus acciones, Jesús insiste en que la sinagoga y el sábado no son lo único sagrado. La vida de esta mujer también es sagrada para Dios. Ella es hija de Abraham, hija de Dios y así una, en la que Dios cumplirá su propósito. La rechazada, burlada y ridiculizada, la ignorada, la atada, la impura, es declarada libre. En ella también se cumple la promesa de Dios.


La mujer encorvada no es una extraña para nosotras. Cuántas mujeres conocemos que se encuentran experimentando dolores, frustraciones, penas, violencias de todo tipo. Mujeres que muchas llevan fuertes cargas, tal como la preocupación por su propia integridad física o emocional, preocupación por un hijo/a, esposo, el cuidado de algún padre, madre, anciana, la lucha contra una enfermedad seria. Con frecuencia son jorobas que no se ven desde fuera, de modo que somos las únicas que sabemos con certeza cuán encorvadas estamos. Como la mujer en nuestra historia, esto limita nuestra perspectiva y no nos deja ver lo que tenemos que ver.


Pero qué bueno que el Señor nos sale al encuentro. Jesús vio a la mujer, le llamó, le tocó y le sanó. Es interesante porque ella no pidió ser vista, ni pidió ser sanada, pero lo fue. Jesús sabía lo que necesitaba. Y con esta acción, Jesús no sólo le dio la salud, sino que le liberó, permitiéndole de esta manera descubrir que no hay nada que pueda interponerse al obrar de Dios para nuestras vidas ni evitar que en nuestras vidas pueda cumplirse su buena voluntad. Sólo tenemos que creerlo y aceptar la Plenitud de vida que el Señor nos quiere dar.

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