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Fe que nos mueve a confiar II

Hebreos 11.27-29

 

En la columna anterior, comenzamos a abordar la historia de Moisés, y destacamos que la fe de Moisés le fue modelada desde su nacimiento por sus padres, quienes lo escondieron durante tres meses y luego lo pusieron en una canastilla en el río para salvarle la vida. Esa fe quedó tan arraigada en él que, a pesar de haber sido criado en la casa del Faraón, se identificó con su pueblo hebreo, y se visualizó a sí mismo como el libertador de su pueblo. Según el autor de los Hebreos, esa liberación fue posible por la plena confianza que Moisés tenía en la presencia de Dios, al escoger someterse al maltrato, pues Moisés creía que Dios recompensa a quienes le buscan con fe.


Esta semana nos acercamos nuevamente a esta cautivante historia para, desde los ojos del autor de los Hebreos, identificar aquellos eventos adicionales en la vida de Moisés que le hacen merecedor de la distinción “héroe de la fe”. La historia de su propia vida le recordaba a Moisés lo despiadado que podía llegar a ser un faraón, pues Moisés había sobrevivido una decisión trágica tomada por uno de ellos. El autor destaca la valentía de Moisés, quien, a pesar de conocer la autoridad y la maldad que podía tener el líder egipcio, se atrevió a presentarse ante él para presentarle la solicitud divina de que liberara al pueblo hebreo. Lo segundo que destaca el autor es la celebración de la pascua, fiesta que se institucionaliza para recordarle al pueblo el propósito liberador de Dios. Por último, el autor trae a la atención el cruce del Mar Rojo, una de las intervenciones sobrenaturales de Dios más cautivantes en la historia del antiguo Israel.


A la luz de esta historia, podemos, como iglesia, afirmar la importancia de no ignorar los riesgos del llamado que Dios nos ha hecho, pues nos ha llamado a enfrentar a los faraones de este tiempo (los poderes del mal). Ser conscientes de esta realidad nos ayudará a confiar y a depender del poder y del amor de Dios, y nos animará a caminar conforme a su voluntad y no a nuestra sabiduría. Nuestra respuesta a esa promesa de libertad debe ser una de celebración y de testimonio para los otros, de experiencias a través de las cuales podamos compartir con otros la libertad que Dios quiere crear en sus vidas. También nos ayudará a ver cómo el poder de Dios se manifiesta frente a los poderes del mal, pues Él intervendrá en medio de nuestros “imposibles” para conducirnos a un espacio de libertad y vida. Que esta historia sirva para animarnos a fortalecernos en la fe.

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