Texto: Juan 14:25-27
Este pasaje nos presenta, nos describe una situación de dolor y sufrimiento. El capítulo comienza con unas palabras de afirmación y de consuelo de parte de Jesús; “No se angustien. Confíen en Dios y confíen también en mí.”
Estas palabras de Jesús me parece que las dice con gran ternura. No me lo imagino diciéndolas como si fuera un dato más, tampoco desde la distancia emocional. No parecen ser unas palabras que se dicen para aguantar un llanto o acallar un suspiro de dolor. Son palabras que parecen decirse desde el llanto compartido y desde la mirada compasiva, de quien comprende lo que sentimos y que pues, desde esa comprensión se dispone a tomar nuestra carga.
Luego en el versículo 26 Jesús les da las razones por las cuales pueden depositar esa confianza en Dios, como en Él. La clave está en que Dios, enviará al Espíritu Santo, espíritu de consolación con dos funciones particulares, enseñar y recordar.
Esta imagen del espíritu consolador es la misma de la que el apóstol Pablo nos dice que, intercede por nosotros con gemidos indecibles. ¿No creen ustedes que esta es una imagen preciosa? El Espíritu llorando como ustedes lloran. El consuelo del Espíritu no es consuelo que manda a secar las lágrimas. El consuelo del Espíritu no es consuelo que reprende si se está en congoja y aflicción. El consuelo del Espíritu no es consuelo que dice, vamos, anímate que la vida continúa. El Espíritu consolador es el que consuela desde el llanto desgarrador de Dios, que se identifica con el dolor humano; que hace suyas las congojas humanas; que gime con el gemido humano; que por lo tanto consuela no desde fuera del dolor, sino desde el centro mismo de la tribulación.
Jesús también les dice a sus discípulos, que ese Espíritu consolador, vendrá a enseñar todas las cosas. ¿Qué cosas enseñará el Espíritu? Lo que sea necesario. En situaciones cuando perdemos un ser querido o cuando experimentamos pérdidas en otras áreas de nuestra vida, a vivir de una manera nueva, diferente. A vivir con el sentimiento de ausencia, que no se va. A su tiempo se irá el sufrimiento y se irá el dolor, pero la ausencia quedará ahí. Pero aún en ese proceso, estará presente el Espíritu consolador; enseñándoles cómo seguir adelante cuando parece que no podemos.
Jesús también les dice que el Espíritu Consolador les hará recordar todas las cosas. En otras palabras, ese aprendizaje viene con memoria. Viene acompañado de los recuerdos maravillosos de una vida compartida, pero también de los recuerdos maravillosos de la protección y el amparo del Señor a lo largo de todos esos años.
El consuelo es posible porque el Espíritu mismo trae a la memoria los tiempos de acompañamiento, los tiempos de provisión y los momentos de gracia abundante.
No se angustien, ni tengan miedo…porque el Espíritu consolador de Dios está en medio nuestro.
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