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Escuchemos la voz de Dios

Habacuc 2: 1–4


 



En la vida enfrentamos momentos inesperados que provocan preguntas desesperadas. En la Biblia encontramos un sinnúmero de preguntas que se hicieron en momentos de desesperación. Moisés, David, Jesús —entre otros personajes bíblicos— le hicieron preguntas a Dios desde sus limitaciones o experiencias de dolor.


El pasaje considerado es un testimonio de esta verdad. “¿Hasta cuando? ¿no eres tú Dios?, fueron las preguntas que el profeta Habacuc le hizo a Dios en medio de su fragilidad y desesperación. Sin embargo, a pesar de estas preguntas, el mismo profeta afirmó su necesidad de sujetarse a la voluntad de Dios. “Sobre mi guarda estaré” expreso, pues en la antigüedad estaba la idea de que “Dios no abandona por completo a su pueblo”. Así pues, decidió estar atento a la voz de Dios para recibir la seguridad y dirección que solo sus palabras pueden proveer. La respuesta divina no se hizo esperar, y en la misma se instruyó al profeta a ponerla por escrito para que esta se pudiera compartir con otros. De esta manera, otros cuya experiencia fuera similar a la del profeta podrían vivir confiadamente porque “el justo por su fe vivirá”. Como respuesta, el profeta afirmó su fe de tal manera que experimentó la alegría y el gozo de la salvación de Dios, a pesar de sus limitaciones.


Creo que la experiencia de Habacuc nos invita a acercarnos al Señor con todo y nuestras preguntas. A estar prestos a escuchar la voz de Dios, en particular en tiempos en los que el amor, la solidaridad, el respeto y la sensibilidad son cada vez más escasos en nuestra sociedad. A escuchar la voz de Dios para así transmitir a nuestra sociedad, de manera pertinente, una palabra de salvación y de esperanza. A tener la convicción de que por más desesperante que sea el escenario de vida en el cual nos encontremos el Señor nos hablará y, con su voz, seremos fortalecidos.

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