“Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios;
considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe.” —Hebreos 13:7
Hace tres años escribí acerca del Ministerio Pastoral en una iglesia bautista. Me parece pertinente volver a considerar lo que escribí, particularmente a la luz de nuestra celebración en el día de hoy. Desde nuestros inicios como comunidad de fe, los bautistas hemos afirmado la importancia del ministerio pastoral y su propósito en medio de la congregación. Para los primeros bautistas, el propósito del ministerio pastoral, expresado en la primera confesión en Londres, es: “alimentar, gobernar, servir, y edificar la iglesia de Cristo… de acuerdo con las ordenanzas de Dios y no por lucro”. Además, era una tarea a la cual la persona advenía, no por caprichos personales, sino mediante un llamamiento divino claramente discernido por toda una comunidad de fe.
Afirmamos que era discernido por la comunidad de fe porque los bautistas hemos afirmado el principio de Sacerdocio Universal del Creyente. En resumen, este principio expresa la responsabilidad de cada creyente de comunicar el testimonio de Cristo en el mundo y la capacidad —otorgada por el Señor mismo— para la tarea del ministerio. Así pues, creemos que Dios nos ha llamado como un solo pueblo, sin clasificaciones o privilegios especiales, de tal manera que todos tenemos la responsabilidad de proclamar el Evangelio de Jesucristo. Sin embargo, también creemos que hay unas tareas específicas al interior de la iglesia; el pastorado es una de ellas. De esta manera, el pastorado no se trata de una encomienda propia, sino de una encomienda divina delegada por la congregación para guiar, discipular, enseñar, cuidar y dirigir a un grupo de creyentes.
Ahora bien, la tarea pastoral requiere vocación. Primero, porque ser pastor no se limita a predicar, enseñar, visitar y orientar. Esta tarea debe sobrepasar cada uno de estos límites, de manera que se logre llevar a la congregación al discernimiento del propósito de Dios y al cumplimiento de su voluntad. Pues solo habiendo discernido la voluntad de Dios y encaminándose hacia ella, es que la iglesia puede testificar al mundo que es el pueblo de Dios. Segundo, porque esta tarea requiere amor, pasión, compromiso testimonio y fidelidad.
Para lograr la tarea para la cual ha sido llamado o llamada, el pastor o pastora debe tener como referente al Pastor Eterno, aquel que con amor busca aquella oveja perdida (Mateo 18:10) para sustentarla, acompañarla y extenderle su misericordia hasta que more en Él por largos días (Salmo 23).
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