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Foto del escritorRvda. Yamina Apolinaris

El desierto: el lugar donde la misericordia de Dios se manifiesta

Jeremías 31: 1-3

 

Photo by Andrzej Kryszpiniuk on Unsplash

El mensaje va dirigido a la comunidad de exiliados/as. El exilio puede representar una metáfora de las realidades que enfrentamos en la vida. Ha sido un tiempo difícil para el pueblo pues ha tenido que enfrentarse a lo que no esperaba. Recuerden que esta imagen del exilio para la comunidad israelita es aterradora. El exilio es el lugar donde no queremos ir, donde nunca esperábamos ir, donde pensamos que no nos merecemos ir. Por lo tanto, el exilio produce muchos sentimientos no sólo de temor sino además de desasosiego, de incertidumbre ante las circunstancias que tenemos por delante. Ante la realidad del desierto el pueblo piensa que sus acciones le han separado de Dios, han molestado a Dios a tal grado que ya no hay esperanza de recuperación. Como los israelitas, el exilio puede venir como consecuencia de nuestras propias acciones equivocadas, cuando fracasamos en responder a Dios adecuadamente o no escuchar las muchas advertencias que vienen a nuestra vida o aún cuando no queremos reconocer que nuestro mundo se nos viene abajo. En otras ocasiones los eventos simplemente acontecen sin que podamos hacer nada al respecto. Pero sea de una manera u otra, el exilio siempre viene. Quien está en el exilio, no necesita una palabra de reproche ni de juicio; quien está en el exilio necesita básicamente dos cosas; reconocer la realidad del exilio y necesitan tener esperanza de un futuro nuevo. Por eso es tan significativo que esta porción del libro del profeta Jeremías comience de una manera tan tierna, muy diferente además a las palabras bastante rudas y fuertes que en la mayor parte de los casos el profeta ha pronunciado hacia el pueblo. El capítulo comienza con una afirmación, haciendo referencia a ese tiempo nuevo, donde Dios se reitera nuevamente que será el Dios de todas las familias de Israel y que ellas serán su pueblo. Es el Dios que nos ofrece ser nuestro amparo, nuestra seguridad, nuestro refugio, nuestra compañía, nuestro salvador. Es el Dios que no discrimina, sino que hace que su misericordia caiga sobre justos e injustos. Reconocer el presente como la realidad que se vive, es reconocer que Dios está en medio de esa realidad. Es reconocer que el dolor y la angustia son reales, pero que aun así no significa que Dios no está presente. Reconocemos el sufrimiento y la angustia como una realidad ineludible, que no quisiéramos vivir, porque a nadie le gusta vivir en el exilio. Lo que sucede es, que muchas veces, el exilio se convierte en el lugar donde Dios realiza su obra más extraordinaria.

Este texto nos demuestra que, aún el pueblo de Dios tuvo que enfrentar el desierto. Nosotros/as también somos pueblo de Dios que estamos pasando por un desierto que nunca imaginamos. No sabemos cuánto durará, ni tampoco cuál será el resultado final, pero lo que sí sabemos es, que Dios estará siempre presente, acompañando a su pueblo. Sin duda que el desierto; es el lugar de los peligros y de las dificultades, pero sobre todo, el Espíritu de Dios se hace presente, y por lo tanto, tenemos la seguridad que este, será también el lugar donde la misericordia de Dios se hará evidente de manera especial. El Dios que se manifiesta en nuestras vidas es un Dios de relaciones prolongadas, quiere esto decir que nos ha acompañado por mucho tiempo y nos seguirá acompañando y guardando siempre.

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