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Foto del escritorRvdo. Alberto J. Díaz Rivera

¡Ejerzamos el discernimiento!

Apocalipsis 2: 18–29


 



El mensaje a Tiatira es el cuarto de los siete mensajes a las iglesias en el Apocalipsis. El primero le señala a la iglesia la pérdida del primer amor; el segundo presenta una advertencia sobre el padecimiento que la iglesia habría de atravesar y, en el tercero, se le hace un señalamiento por haber abrazado doctrinas de tropiezo. Ahora, el cuarto mensaje le hace una observación singular: ellos habían tolerado a Jezabel (nombre simbólico que hace referencia a expresiones idolátricas). Con esto, el autor bíblico nos hace saber que, en el interior de la iglesia, había cierto grupo que promovía un dualismo de fe: la fe en Jesús y la fe en el imperio. También nos hace saber que había quienes prestaban sus oídos a esas enseñanzas. Todo esto ducedía porque no habían ejercido el discernimiento que les permitiría identificar, entre tantos mensajes, el mensaje divino. No se podía continuar continuar ignorando tal situación; por eso se hace un llamado a la corrección.


La iglesia actual también enfrenta retos en su interior. Algunos retos son similares y, otros, diferentes a los de Tiatira, pero cada uno de estos puede socavar la unidad del cuerpo. Más aún, estos desafíos pueden llegar a desviarnos de la vida de Jesús y de la obediencia a sus enseñanzas. Ante esta situación, nos es necesario ejercer el discernimiento que obra en nosotros por el Espíritu de Dios, lo que nos permitirá identificar lo que procede y no procede de Dios. También nos ayudará a propiciar todo lo que nutre y fortalece la vida de la iglesia.


La pregunta que debemos hacernos es “¿cómo ejercemos el discernimiento?”, ese discernimiento que nos hace mirarnos como iglesia para saber si realmente nuestra fe es cónsona con las enseñanzas de Jesús. Les propongo dos claves. La primera clave la presentó el apóstol Pablo cuando escribió acerca de los dones (entre ellos el discernimiento) y expresó que todo lo que procede de Dios une y nos hace necesitarnos como miembros unos de los otros. La segunda clave es la que compartió el autor de la primera carta de Juan cuando expresó que aquello que proviene de Dios nos hace amarnos y permanecer en Su amor. En resumen, todo lo que viene de Dios propicia que el Cuerpo de Cristo —es decir, la iglesia— crezca en unidad y amor.


Finalmente, si logramos ejercer el discernimiento para identificar las cosas que atentan contra nuestra unidad y contra nuestra capacidad de crecer en amor, habremos vencido como iglesia. Así nos ayude Dios.

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