En la mañana de hoy tenemos el gran privilegio de recibir, en su casa, en su iglesia, a toda la Gran Familia de nuestro Colegio Bautista de Caguas. Para esta iglesia el ministerio del Colegio ha sido y sigue siendo significativo, porque surge desde el entendimiento que, es necesario educar y capacitar, desde valores cristianos, a las generaciones futuras. Eso no es otra cosa que, educar desde el amor, el respeto, la comprensión y en la búsqueda de todo aquello que nos permita ser mejores personas.
Esta es la razón por la que, cada persona que participa de esta formación, es importante y necesaria. Por tal razón, un maestro o una maestra puede ser el mejor referente para un niño o una niña, pero lo mismo lo puede ser un conserje, un guardia de seguridad, una secretaria, la persona que sirve los alimentos, quien los vende en la cafetería, una persona voluntaria, o alguien en recepción. Todas las personas son importantes para este proceso.
Hay un dicho africano, muy conocido, que afirma que, se necesita toda una aldea para criar a un hijo/hija. Por eso, todos los componentes del Colegio, se unen y participan en la tarea para educar a los/las estudiantes de este colegio. Cuando así se hace, entonces nos damos cuenta que la educación no se circunscribe a las cuatro paredes de un aula, ni los conceptos están limitados a las dos portadas de un libro. Es un proyecto integral e integrador.
Enseñar es mucho más abarcador que la comprensión de conceptos, es preparar para la vida. Cristo Jesús fue un educador sin igual, porque todas sus lecciones fueron lecciones de vida. Por eso no temía a las preguntas, porque éstas son la clave para el aprendizaje. Por eso no se limitaba a compartir conceptos, sino que procuraba que la gente pudiese comprender lo que significaban para su cotidianidad. Pero, sobre todo, Jesús era congruente; lo que decía, lo evidenciaba a través de un comportamiento que reflejaba sus convicciones. Sus enseñanzas eran comprendidas, porque iban acompañadas de la acción. De poco vale enseñar si no vivimos lo que queremos que los demás hagan.
Esa es la tradición de este colegio. Esas son las experiencias de vida de las que sus estructuras son testigos. Los esfuerzos educativos del ayer son los que están dando frutos hoy en mujeres y hombres creativos, comprometidos, laboriosos, que contribuyen al bienestar de nuestra sociedad, de nuestro país, y más allá.
Hoy como ayer, nuestro Colegio sigue sembrando en esperanza. Con la convicción de que las muchas aguas no pueden ahogar los esfuerzos para que, cada alumno y alumna que salga de sus aulas, no sólo logre sus sueños de superación, sino más aún, sea una buena persona, a la imagen de Cristo.
El Señor bendiga nuestro Colegio hoy y siempre.
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