“En aquellos días no volverá a decirse: Los padres comieron uvas agrias,
y a los hijos se les destemplaron los dientes”
Texto: Jeremías 31:29
El pasaje bíblico para esta ocasión lo tomamos del libro del profeta Jeremías. Nos acercamos al texto como siempre lo hacemos porque, e insisto, como pueblo del Libro, vamos a las Escrituras, como vamos también a la iglesia, en la búsqueda de la dirección divina. No para que nos sirva de escudo, ni para que se acomode a nuestros caprichos o urgencias, sino en el anhelo genuino de que hable a nuestras vidas y toque nuestros corazones, para que podamos obrar como Dios espera de nosotros y nosotras.
En esta ocasión, por así decirlo, saco fuera de su contexto original la expresión del profeta, y el uso de este proverbio, para que nos sirva de referente para nuestra situación actual. Sin duda, hay muchas maneras de interpretar el texto bíblico, pero desde este lugar donde nos encontramos, miramos este pasaje, con ojos de “boricuas”, es decir, ya no sólo como pueblo de Dios, sino como nación puertorriqueña en general.
De ahí que podemos decir que los hijos e hijas de esta tierra son, no sólo nuestra juventud, sino además la niñez, las personas envejecidas, las mujeres jefas de familia, los trabajadores y trabajadoras de salarios que apenas les da para vivir, las personas excluidas socialmente, porque para ellas no hay ni viviendas ni empleos, (nos detenemos aquí porque la lista es larga). En otras palabras, la mayoría de este país, donde cerca del 45% está bajo los niveles de pobreza y donde ya apenas existe una clase media.
Esas son las personas que están sufriendo las denteras como resultado de planes de austeridad económica, encarecimiento de bienes y reducción de servicios, que no afectan a quienes las establecen. Los políticos sin escrúpulos, los poderosos insensibles, los líderes codiciosos, han amargado las circunstancias de las personas más desventajadas. Son además quienes contrajeron la deuda que no pagan, porque quien las paga, quien sufre la dentera, es el pueblo.
Por ésta, entre muchas otras faltas de respeto, se ha puesto en pie nuestro pueblo y por eso las Iglesias han levantado su voz. Porque este no es asunto de partidos políticos ni de ideologías, es asunto de Justicia y de Respeto.
Ya sea que estemos en nuestros hogares orando porque impere la paz, la verdad y la justicia, o que estemos en las calles caminando y acompañando a nuestro pueblo, al estilo de nuestro hermano, el Rdo. Martin Luther King, desde la resistencia pacífica, hemos de hacerlo como parte de nuestro compromiso con el Evangelio de Jesucristo.
Como plantea el Comunicado del Concilio de Iglesias de Puerto Rico, al igual que el de las Iglesias Bautistas de Puerto Rico, este momento histórico requiere de nuestra presencia, acompañando al pueblo en sus justos reclamos, incluida la renuncia del gobernador Ricardo Roselló y la investigación exhaustiva y completa, no sólo de las expresiones, sino, sobre todo, de las acciones que han provocado la crisis en la que vivimos.
Concluyo recordando, como siempre hago, que el texto bíblico nos lleva siempre a la esperanza. Esa es la última palabra de redención. No nos quedamos en el desasosiego, en la frustración, en el dolor, en la angustia; sino que tenemos esperanza. Por eso oramos, reflexionamos, caminamos y trabajamos en favor de la verdad y la justicia. “Porque vienen días, cuando ya no se volverá a decir, ‘los padres comieron las uvas agrias y a los hijos se les destemplaron los dientes’, al contrario, al que coma uvas agrias se les destemplarán los dientes, es decir, cada uno morirá por su propia iniquidad.”
Que nos ayude el Señor a enfrentar esta hora con valentía y esperanza.
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