Hechos 3: 11–21
El pasaje considerado es el segundo discurso que nos presenta el libro de Hechos del apóstol Pedro. Antes de este, el apóstol ya había ofrecido un primer discurso a la multitud que había estado presente el Día de Pentecostés. Ahora, aprovechando la actitud positiva de quienes habían sido testigos del milagro del cojo que había estado en la puerta del Templo, Pedro compartió un mensaje de evangelización. Estratégicamente dividió el discurso en tres partes. En la primera, explicó lo sucedido en cuanto a la sanidad del cojo; en la segunda, le recordó a la audiencia de la muerte y resurrección de Jesús y, en la tercera, invitó al mayor ejercicio de fe: el arrepentimiento. Hizo esta invitación puesto que el apóstol le adjudicó a quienes le escuchaban la responsabilidad por negar a Jesús y condenarlo a muerte. Pero, a pesar de su muerte, por el poder de Dios, Jesús fue resucitado y, por ese poder, es capaz de dar vida a todo ser humano. Además, por la fe en ese poder —es decir, el poder del Cristo resucitado—, el ser humano puede experimentar la salvación y sus señales de gracia. Y desde la fe, tal como lo hizo el cojo, el ser humano puede extenderse para que lo levanten.
El apóstol continuó explicando a su audiencia los resultados del arrepentimiento y de la fe, que podemos definir como: alejarse del pecado y volverse a Dios, respectivamente. Es decir, sus pecados serían perdonados y vendrían tiempos de refrigerio, o sea tiempos de descanso y fortaleza espiritual en el caminar de fe. No obstante, estos resultados no serían el fin último, sino que serían el anuncio de un tiempo mejor, este es, “el tiempo de la restauración de todas las cosas”.
Durante este año hemos afirmado que somos una iglesia que alcanza, predica y discipula para la misión. ¡Ese es nuestro llamado! Al entender esto y considerar lo expuesto en este pasaje, afirmamos que la proclamación que hemos sido llamados a compartir es la presentación de la obra redentora de Jesús, del testimonio de lo que Dios ha hecho en aquellos que creen en él y el llamado a la transformación. Y todo este llamado está enmarcado en la fe en “aquel que es poderoso para hacer las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos…”.
Finalmente, al afirmar hoy la obra del ministerio de CorMA en nuestra iglesia y ciudad, lo hacemos con la convicción de que, a través de este ministerio, la obra redentora de Jesús se está compartiendo, se está celebrando lo que Dios ha hecho y se visualiza en fe aquello que Dios hará.
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