Apocalipsis 2: 1–7
El pasaje considerado es el primero de una serie de mensajes de Juan de Patmos a las iglesias de Asia Menor. Estos mensajes respondieron a situaciones internas e históricas por las cuales cada una de estas congregaciones atravesaba. De manera particular, la iglesia de Éfeso había sido una iglesia trabajadora y celosa de las enseñanzas de Jesús y de los apóstoles. De hecho, el mismo pasaje indica que ellos no toleraban a los falsos apóstoles ni a aquellos que pretendían introducir a la iglesia mensajes distorsionados. A pesar de todo su celo y trabajo, el Señor les hizo un señalamiento: “has perdido tu primer amor”, pero ¿de qué amor habla el texto?
Ese primer amor era el que Jesús mismo había hablado y demostrado: “amar a Dios con todo tu corazón… y a tu prójimo como a ti mismo”. Al parecer, los creyentes de Éfeso habían celado tanto su culto, enseñanzas y quizás hasta sus estructuras que olvidaron los más importante, aquello que les daba su identidad de iglesia: el amor. Ante esta realidad, Dios les hace un llamado: en primer lugar, reflexionar y “mirar donde has caído”. Este llamado viene porque, cuando perdemos el amor, perdemos nuestra relación con Dios. Recordemos: esta iglesia guardaba enseñanzas, religiosidad y tradición, pero habían perdido el amor. En segundo lugar, Dios les dice: “arrepiéntete”, del griego metanoeo, que significa pensar diferente. Así pues, parte del llamado a esta iglesia era cambiar su forma de pensar, y darle prioridad a lo que es verdaderamente prioritario. Este cambio no significaba que ellos dejarían de ser celosos con las enseñanzas, solo que antepondrían el mayor mandamiento sobre cualquier otra cosa. En tercer lugar, tenían que hacer lo que hacían al principio: amar de manera incondicional —sin ponerle condiciones a Dios—, y permitir que ese amor transformara sus vidas y sus relaciones.
Finalmente, el resultado de dar prioridad al mandato del Señor sería que los creyentes de Éfeso tendrían la oportunidad de comer del Árbol de la Vida, aquel árbol que da nueva vida y vida eterna, el mismo que en Génesis 3:22 nos fue prohibido, pero que ahora nos es prometido.
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