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Amor de madre, reflejo del amor de Dios

Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros…”

Isaías 66:13.

 

Nuestra sociedad moderna ha trivializado, distorsionado y enlodado tanto la sexualidad humana y más aún los roles de género, que se nos dificulta hablar de la fuerza o la autonomía de la mujer o de la ternura de un hombre, sin caer en clichés o prejuicios estereotipados. Creo que es por esta razón que hemos dejado escondidos esos textos antiguos donde se nos presenta a Dios de manera maternal. En Deuteronomio 32:18, escuchamos a través del cántico de Moisés a un Yavé que le dice a su pueblo; “De la Roca que te creó te olvidaste; te has olvidado del Dios que te dio a luz”. Isaías 49: 15, “¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque ella se olvide, yo nunca me olvidaré de ti.” Isaías 46:3, “Oidme … los que sois traídos por mí desde el vientre, los que sois llevados desde la matriz”. Oseas 11:1-4; “Cuando Israel era un niño yo lo amé y de Egipto llamé a mi hijo…yo con todo eso enseñaba a andar al mismo Efraín tomándole de los brazos y no conoció que yo le cuidaba. Concuerdas humanas los atraje, con cuerdas de amor.” Y finalmente en Isaías 66:13; “Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros”. De modo que cuando hablamos de la maternidad, como reflejo del amor de Dios, hablamos de un amor incondicional, un amor sano, un amor que hace posible que aún lo duro del camino se suavice y que el terreno seco, pueda dar fruto. Hoy estamos en un tiempo nuevo, diferente. La mayoría de los hijos e hijas, en nuestra iglesia no tiene cerca a sus madres, ya sea porque moran con el Señor, o porque están en cuarentena en sus hogares. Y de igual manera muchas madres no tienen a sus hijos e hijas (al igual que sus nietos cerca). De lo más difícil, tanto para las madres como de los hijos e hijas, posiblemente está no poder abrazarles, besarles, acompañarlas, mostrarles de todas las maneras posibles nuestro amor. Hoy hemos tenido que hacer esfuerzos extraordinarios ante nuevas maneras de cuidarnos y atendernos. Que testimonios más hermosos, madres e hijas que proyectan y modelan a Dios en su maternidad, en este momento de grandes dificultades. El mundo, nuestra sociedad necesita de madres que proyecten el amor de Dios. Hoy celebramos ese Amor, imitado por nuestras madres y lo celebramos en las madres que han parido, las que han adoptado, las que han cuidado, las que han guiado, las que se han sacrificado para que otros y otras salgan adelante, las que han llevado en sus brazos lo que no cargaron en sus vientres, las que dan acogida, las que convierten su casa en una hogar para alguna criatura (de cualquier edad), necesitada de amor y cobijo. Celebramos el amor de tierno, compasivo, paciente, misericordioso de Dios y lo hacemos nuestro modelo de amor para nuestros hijos e hijas.

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