Mateo 4.1-11
Recuerdo que en las escuelas bíblicas de la niñez me enseñaron un cántico basado en el Salmo 119:105 que dice: “Lámpara es a mis pies tu Palabra y lumbrera a mi camino; el Dios de amor siempre me ama. Lámpara es a mis pies tu Palabra”. Con este, se afirmaba la importancia que debemos dar en nuestras vidas al consejo de las Sagradas Escrituras.
El pasaje considerado nos afirma esa gran verdad. El mismo se ubica inmediatamente después de un evento muy importante en la vida y ministerio de Jesús: su bautismo. Ahora Jesús se encontraba en el desierto, lugar de animales salvajes y alimañas, lugar de silencio y soledad. Al igual que Moisés, quien estuvo 40 días en el monte para recibir la ley de Dios, Jesús permaneció allí durante 40 días en un evento de preparación para el ministerio que habría de asumir. Según el texto, allí Jesús tuvo hambre, y en ese momento fue que el tentador se acercó a él, dando así la impresión de que la tentación se asoma en aquellos momentos en los cuales hemos sentido alguna ausencia en nosotros, o, como mencionamos el pasado domingo, cuando experimentamos “la aparente falta de algo, la aparente necesidad”. Así es como podemos llegar a creer que necesitamos cosas que verdaderamente no son necesarias y que no nos edifican.
La tentación es poner a prueba a una persona. Aunque no siempre implica algo negativo, en el lenguaje del Nuevo Testamento, tiene una carga negativa porque hace alusión a una incitación al pecado. En el desierto, Jesús fue puesto a prueba. ¡Y no cualquier prueba! Fue una tentación holística. Allí Jesús fue tentado en su necesidad física de alimentarse, y ante ello se mantuvo firme. También fue tentado en su carácter —al ponerse a prueba su confianza en el Padre— y en su espiritualidad —al sugerírsele obtener la gloria sin sufrir la cruz—.
Jesús utilizó las Sagradas Escrituras como instrumento para fortalecerse y responder en la prueba. Respondió con ellas en cada una de las tentaciones, pues Jesús daba una consideración elevada a las Sagradas Escrituras. Estas eran el fundamento para su vida y práctica de fe. Estas Escrituras se identifican a sí mismas como la Palabra de Dios.
Nosotros/as también enfrentamos tentaciones, momentos en los que nuestro carácter, espiritualidad y fe son puestos a prueba, no en un desierto, sino en el día a día de nuestras vidas; en nuestras relaciones familiares, conyugales, eclesiales y sociales. Las pruebas o tentaciones llegarán, pues son intrínsecas a nuestra vida de fe. Mas existe una manera de responder y vencerlas: la Palabra de Dios. Ella es la lámpara o lumbrera que viene a iluminarnos en los caminos más oscuros de nuestra vida de tal manera que podamos vivir en obediencia a Dios.
Bendiciones,
Pastor Alberto
Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; Colosenses 3:23 Es el verso que en los pasados días me ha sostenido