¡Llegó la luz!
- Rvda. Adlin Quiles
- hace 6 días
- 3 Min. de lectura
Mateo 5: 14

Ya nos encontramos en la temporada más temida en el trópico: la temporada de huracanes. Es tiempo de comenzar a verificar que tengamos nuestro suplido de artículos de emergencia listo para lo que pueda venir. Aunque aún es temprano, algunos ya están instalando paneles solares o comprando baterías e “inverters”, así como cosas tan simples como linternas y velas. La realidad es que, para nosotros los que vivimos en esta hermosa isla, la temporada de huracanes es una experiencia de todas las temporadas. Todo el año vivimos en modo de tormenta porque todo el año estamos bregando con la falta de energía eléctrica. “¡Se fue la luz!” es una expresión muy cotidiana para nosotros. Los apagones son un recordatorio constante de lo frágil que es nuestro sistema y lo incompetente que es el servicio de energía eléctrica. En cualquier momento nos quedamos sin electricidad y por consiguiente, sin la comodidad de un ventilador, del aire acondicionado, del internet, e incluso del alumbrado de las calles por las cuales transitamos diariamente.
Todos conocemos muy bien lo que es vivir en oscuridad. Cuando se va la luz, nos sentimos incómodos, inseguros, perdidos. La rutina se interrumpe. Las labores se detienen. Muchas de nuestras necesidades no pueden ser atendidas. Hacemos lo que sea para encontrar algo de luz. En el apagón lo que reina es la incertidumbre. Ciertamente los apagones eléctricos nos afectan, pero debemos reconocer que experimentamos otros tipos de apagones que amenazan con hundirnos en profundas tinieblas.
Cuando vemos lo que diariamente ocurre a nuestro derredor, tenemos que reconocer que estamos viviendo en medio de un apagón moral y espiritual. En un mundo donde la corrupción, la violencia, la criminalidad, la extrema ambición de poder y la falta de valores podemos pensar que las tinieblas nos arropan. Las guerras, la injusticia, el abuso, la falta de empatía, el desamor son señales de un mundo que carece de luz; un mundo que prefiere vivir en la oscuridad antes que acercarse a la luz de Cristo. El mundo está gritando: ¡Se fue la luz!
Cuidado. Nosotros los cristianos no podemos unir nuestras voces a ese grito. Decir que se fue la luz, es decir que la Iglesia de Cristo ha dejado de ser; que Dios nos ha abandonado. Decir que la luz se ha ido es decir que Cristo se apagó. Los cristianos sabemos que la realidad es distinta. Es cierto que vivimos en un mundo que urgentemente necesita luz; pero también es cierto que en medio de y a pesar de tantas tinieblas, todavía hay luz en la tierra.
Juan 8:12 nos presenta a Jesús declarando con autoridad: “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. Estas palabras de Jesús no son una simple declaración, sino una realidad transformadora. ¿Lo crees? ¿Has experimentado el poder transformador de Jesús en tu vida? Si así ha sido, entonces, no puedes decir que se fue la luz. Al contrario, nosotros los cristianos necesitamos declarar y proclamar que la luz ha llegado, que la luz está aquí, que nosotros tenemos luz porque tenemos a Cristo como Señor y fuente inagotable de vida. Jesús nos ha prometido que quien le siga, no andará en tinieblas.
¡Qué gran promesa! Sin embargo, esa promesa no implica que nunca tendremos momentos difíciles o que la oscuridad no intentará atraparnos. Lo que Jesús nos promete es que, aunque el mundo esté lleno de tinieblas si caminamos con Jesús tendremos una guía segura, una luz que nunca se apagará y que siempre nos iluminará. Seguir a Jesús es vivir con una nueva perspectiva. Es caminar con confianza, sabiendo que, aunque las circunstancias sean difíciles Su luz ilumina nuestro camino. A veces la vida puede parecernos un túnel oscuro, pero con Jesús sabemos que no solo hay luz al final del túnel, sino a lo largo del mismo. Jesús camina con nosotros por el túnel y nos alumbra paso a paso hasta llegar al otro lado. Es mi oración que, en medio de tantos apagones, nosotros podamos declarar con convicción y autoridad: ¡Llegó la luz!
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