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Foto del escritorRvda. Adlin Quiles

La Epifanía

Mateo 2:11a

 

Hace unos pocos días celebramos la Navidad y dentro de unos pocos días celebraremos el día de los Reyes Magos. En realidad, no es a los “reyes magos” que celebramos, sino la manifestación del Rey de Reyes a aquellos hombres que vinieron de muy lejos con regalos a adorar a Jesús. Tradicionalmente, la Iglesia en su calendario litúrgico ha separado la fecha del 6 de enero para reconocer dicha manifestación. Aquellos magos o sabios fueron los primeros gentiles en conocer a Cristo el Señor. De aquellos hombres sabemos muy poco. Lo único que nos dice la Biblia es que vinieron del Oriente, desde donde vieron una estrella particular que les indicaba a ellos el nacimiento de un rey. Se ha presumido que eran tres porque trajeron tres regalos: oro, incienso y mirra. No sabemos ni siquiera sus nombres. Sin embargo, lo poco que documenta la Biblia respecto a ellos es suficiente para nosotros conocer algunas cosas muy importantes. Aquellos hombres eran sabios, estudiosos de la ciencia, la historia y los astros. Presumimos que a través de sus estudios fue que pudieron identificar aquella estrella particular que les anunciaba el nacimiento de un rey y que además los dirigió hasta donde se encontraba el niño. Inferimos además que estos hombres conocían algo de la historia y de las profecías del pueblo de Israel. Este conocimiento les ayudó a reconocer que quien había nacido no era un simple niño, sino un rey. Además, podemos inferir que eran hombres con discernimiento espiritual. El mismo les llevó a prestar atención a la revelación en sueños de que no regresaran donde Herodes. Pudieron entender el peligro que representaba Herodes para el recién nacido rey y utilizaron otra ruta para regresar a su lugar de origen. Lo más importante respecto a los tres sabios de oriente es que fueron los primeros gentiles a los que el Dios encarnado se manifestó.

De eso se trata la celebración de los Reyes Magos: recordamos y celebramos a aquellos tres hombres sabios de oriente, no por su sabiduría y conocimiento, no por los regalos que ofrecieron, sino porque ellos nos representan a nosotros. Sí, a nosotros los que no somos judíos y hemos recibido y creído en la manifestación de Dios encarnado en Jesús. A través de los años, la Iglesia ha utilizado la palabra “Epifanía” para marcar en el calendario la visita de los Sabios de Oriente. El término “epifanía” significa “manifestación”. La manifestación es una demostración pública, una exhibición donde se exterioriza algo o alguien. En este caso, es Dios quien se manifiesta o se hace público a aquellos hombres de otras razas y pueblos. Dios se encarnó y vino a la tierra para manifestarse, no solo al pueblo de Israel, sino a toda criatura. Desde el principio queda establecido que el evangelio de Cristo es para todas las naciones y hasta lo último de la tierra. Aquellos sabios de oriente recibieron y reconocieron aquella manifestación divina. Dejaron la comodidad de sus palacios, de sus familias, de sus naciones para partir en un viaje que los llevaría al otro lado del mundo. Era un viaje hacia lo desconocido, sin embargo lo emprendieron con la convicción de que aquel niño de Belén representaba el más alto reino y el más grande poder. Al llegar donde estaba el niño, se postraron y le adoraron. No hay mejor manera para comenzar este nuevo año 2022 que reconociendo que nuestra salvación formó parte del plan divino desde el principio. En este primer domingo del año les invito a seguir el ejemplo de aquellos hombres. Dejémoslo todo para ir a Jesús con el regalo de nuestro propio ser. Dios se ha manifestado. Reconócele. Recíbele. Adórale.

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