“Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador,
que es Cristo el Señor.” –Lucas 2: 11
Usualmente es posible hablar de amor en épocas específicas, como en el mes de febrero, que se conoce como el mes del amor. En ese mes se celebra el amor, la amistad y todas aquellas cualidades derivadas de esta virtud. En esta época de Adviento, en cambio, podemos reflexionar en el amor divino de Dios y en la promesa de que vendría un Salvador.
La humanidad ha definido el amor de diversas maneras. El amor es el vínculo de afecto que nace de la valoración del otro y que inspira a desear el bien para ese otro. Puede verse como un valor o como una propiedad de las relaciones humanas. El concepto del amor puede ser amplio y complejo. Puede referirse al amor romántico, al amor de amistad o al amor de Dios. Todos estos pueden expresarse a través de acciones, gestos y palabras.
El anuncio y la llegada del Mesías, el Ungido, es la muestra más grande del amor de Dios hacia la humanidad. Jesús encarnaría el amor divino en la vida del ser humano, lo que le enseñaría a la humanidad nuevas formas de amar. Este amor alcanzaría a todos, y traería esperanza, justicia, sanidad, liberación y salvación.
En Jesús podemos tener el ejemplo de lo que es el amor perfecto. En Jesús podemos encontrar la seguridad de un amor puro, estable, que permanece y que es eterno. Este amor perdurable de Dios viene todos los días a nuestra vida, y crea en nosotros una transformación amorosa.
El amor de Dios nos ha alcanzado a todos y nos ha salvado. Hoy podemos reflexionar juntos del amor inmenso de Dios que se hizo, se hace y se continuará haciendo presente en nuestra vida.
¡Alabado sea Dios por su amor y la salvación en Jesucristo!
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