Dios me conoce completamente, y yo, por siempre confiaré en su bondad y su fidelidad
- Rvda. Yamina Apolinaris
- 1 ago 2020
- 2 Min. de lectura
Salmo 139

Este Salmo 139 es uno de mis Salmos predilectos. Es una oración donde el salmista describe de manera profundamente íntima, su relación con Dios. No se trata aquí meramente de un ritual o de un concepto teológico donde se haga el esfuerzo de explicar quién o cómo es Dios. Es más bien, como si fuésemos testigos de ese momento cuando el salmista descubre lo que representa su relación con Dios.
Algunas personas pensarían que este es un escrito para explicar la doctrina de la omnisciencia y omnipresencia de Dios. Como si se tratara de un esfuerzo por compartir unos conceptos teológicos. Por lo menos, yo no lo veo así. Como comencé diciendo, las palabras del salmista parecen ser pronunciadas como un testimonio de su relación con Dios.
Más que señalar que Dios está en todas partes, es afirmar que no hay lugar ni circunstancia de nuestra vida donde Dios no se haga presente. Esto es otra manera de decir que, no importa dónde estemos y cuáles sean las condiciones en las que nos encontremos, Dios se acerca a nuestra vida. Y se nos acerca, no por lo que nos hará ser y hacer, sino porque conociéndonos como nos conoce, aún así nos ama profundamente y quiere relacionarse de una manera cercana, íntima y completa.
¡Cuán hermosas e impactantes son las palabras del salmista! “Oh Señor tú me examinas, tú me conoces. Sabes cuándo me siento y cuándo me levanto; aun en la distancia me lees el pensamiento. Mis trajines y descansos los conoces; todos mis caminos te son familiares. No me llega aún la palabra a la lengua cuando tú, Señor ya la conoces. Tu protección me envuelve por completo; me cubres con la palma de tu mano. Conocimiento tan maravilloso rebasa mi comprensión; tan sublime es que no puedo entenderlo.”
Para el salmista, es precisamente la certeza que Dios le conoce, la base de su oración y de su confianza. El Dios que nos conoce, nos tomó en sus manos, y aún hoy nos sostiene con su brazo poderoso. No hablamos desde la ilusión de lo que quisiéramos que fuese, ni desde el engaño de lo que no conocemos. Hablamos desde lo que hemos experimentado en Cristo Jesús y desde lo que vivimos día tras día.
Hoy como ayer, afirmamos que somos pueblo de Dios y que estamos en sus manos, por eso sabemos que, independientemente de dónde estemos y cómo nos sintamos, Dios sostiene nuestra vida. En este tiempo de celebración de 120 años de historia como congregación, recordamos lo que el Señor ha hecho en favor nuestro, de modo que no desesperemos, y mucho menos perdamos la esperanza. Como sus hijos y sus hijas en plena y completa relación con Dios por medio de Cristo Jesús, compartimos esa verdad con quienes están a nuestro alrededor, de modo que a su vez ellos y ellas puedan recibir la bendición de la compañía de Dios.
¡En todo tiempo proclamamos la bondad y la fidelidad de Dios!
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