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Foto del escritorRvda. Adlin Quiles

De gloria en gloria


 

Pablo nos dice en 2 Corintios 3:18 que “somos transformados de gloria en gloria”. . . Pero a veces parece que vivimos de prueba en prueba. La realidad es que hay temporadas en las que no salimos de una cuando ya estamos metidos en otra. No bien hemos resuelto un problema cuando ya tenemos encima otro aún más difícil. Hay temporadas en las que la vida nos parece un gran montón de conflictos y dificultades. Es muy normal sentirnos abrumados en medio de tales circunstancias. A veces la carga se hace tan pesada que nos sentimos física, mental y emocionalmente agotados.


En ese agotamiento existencial es muy común que la queja se convierta en huésped de nuestras conversaciones y de nuestra interacción con los demás. Cuando eso ocurre, corremos el riesgo de darle espacio a la amargura para que eche raíces en nosotros; y de la amargura podemos fácilmente saltar a la rebeldía contra todos y, particularmente, contra Dios.


Es hora de comenzar a mirar las pruebas y dificultades de la vida como oportunidades de crecimiento y desarrollo. No digo esto de manera trillada o superficial. Lo digo desde mi experiencia personal. Ha sido en temporadas de prueba que he comprendido que Dios no está interesado en mi comodidad, sino en mi carácter. Hay veces en nuestro caminar de fe que necesitamos reconocer que Dios está tratando de llamar nuestra atención a ciertas áreas de nuestro carácter. Muchas veces es a través de pruebas y dificultades que Dios nos hace saber que necesitamos cambiar; que es hora de crecer. Cuando prestamos atención a lo que Dios está tratando de enseñarnos, podemos ponerle freno a la queja, cerrarle la puerta a la amargura y abandonar la rebeldía. Entonces podemos ponernos en las manos de nuestro divino alfarero. Pero debemos ser conscientes que ponernos en las manos del alfarero implica ser pasados por el fuego. El fuego es inevitable; sin embargo, en el fuego hay bendición.


Malaquías 3:3 nos dice: “Será como un fundidor que refina la plata: purificará los descendientes de Leví; los acrisolará como a oro y plata para que puedan presentar al Señor sus ofrendas.” ¿Y qué hace un fundidor? El fundidor pasa los metales por el fuego para limpiarlos de la presencia de partículas contaminantes. Su propósito es purificar el metal de modo que pueda utilizarse para la fabricación de joyas. Una vez el metal está libre de contaminantes, vuelve a pasarse por el fuego esta vez con el objetivo de pasarlo del estado sólido al líquido y así darle la forma deseada. Solo así podemos ser “transformados de gloria en gloria” como dijo Pablo. Los problemas y las luchas nos dan la oportunidad de reconocer a Dios llamándonos a la santificación y de verlo actuar en nosotros mientras nos moldea y nos transforma en el hombre y la mujer capaz de realizar el llamado que ha hecho a nuestras vidas: ser imagen suya aquí en la tierra.


Así que, cuando estemos en medio de esas temporadas de luchas y pruebas, recordemos que nuestro alfarero nos va transformando de gloria en gloria.

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