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¡Con sólo un grano!



Lucas 17: 5-6

Vivimos en la era de la abundancia…o por lo menos eso nos gusta pensar. Y como quisiéramos que esto fuese así, nos deslumbran los “combos agrandados” y las ofertas de mucho por poco. Tanto así, que esta idea la hemos llevado también al ámbito de nuestra fe. Cuando miramos el texto bíblico nos damos cuenta que esta idea no es moderna, pues se presenta como una preocupación de los seguidores de Jesús. El escritor de Lucas nos recoge el momento cuando los discípulos le piden a Jesús que les aumente la fe.


La sección del capítulo 9 al 19 de Lucas, nos presenta el tema del discipulado. Se plantea como una preocupación de parte de Jesús por este grupo de seguidores suyos, que han de lidiar con un mundo difícil y para el cual necesitan las herramientas necesarias para salir adelante. Se hace evidente que Jesús quiere prepararles para la jornada que tienen por delante, que no será fácil, particularmente, porque se enfrentan a los grandes desafíos, sin la presencia física de su Maestro.


Sin duda los retos, para entonces como en nuestro presente, por momentos parecen insuperables, por eso la preocupación con aumentar una fe, que les parece insuficiente para responder a lo que se les viene encima. Me imagino que por un momento los discípulos se sintieron como cuando Eliseo le pide a Elías que le de una doble porción de su espíritu para poder hacer las cosas que él hizo.


Los discípulos desearían un poco más de la fe de Jesús, en aras de hacer, por lo menos una pequeña parte de lo que Jesús hacía. Pero en su lugar, Jesús les amonesta, indicándoles que, si por lo menos tuviesen una ínfima porción de fe, serían capaces de decirle a un árbol frondoso que se moviera y él se movería.


La fe no es algo que necesitamos para asegurarnos que las cosas nos van a ir bien, porque la fe no es una fuerza para cambiar nuestras circunstancias, sino el poder para cambiar nuestras vidas. La fe es lo que nos permite ver y experimentar nuestras vivencias de una manera diferente.


Cuando nos enfrentamos a enfermedades y dolores que hacen difícil que nos levantemos, es la fe la que nos toma de la mano y nos permite caminar en confianza. Cuando las situaciones que nos rodean parecen despojarnos de toda esperanza, es la fe la que nos permite vislumbrar la luz resplandeciente de la presencia de Dios. Cuando nos sentimos como si estuviésemos en una calle sin salida, o aún en medio de la soledad más desoladora, es la fe la que nos permite escuchar en lo profundo de nuestro corazón el murmullo de la voz del Dios que nunca nos deja.


De modo que, no es necesario preocuparnos por tener mucha fe, porque no es asunto de cantidad. Así que, la pregunta no es, cuánta fe tienes, sino, ¿qué estás haciendo con la fe que tienes? Porque la fe tiene que ver con nuestra relación con Dios. Por lo tanto, no es algo que tomamos por dado o por hecho, tampoco algo que procuramos usar como una alcancía que la vamos llenando e incrementando de acuerdo a lo que tenemos. La fe es nuestra apertura al obrar de Dios en nuestras vidas en la confianza de que no nos ayuda a manipular a Dios, sino a dejar que Dios obre en nuestras vidas como Dios desea.


¡Has recibido la fe necesaria para mover montañas, entonces permite que esa fe mueva tu vida, para que la buena voluntad de Dios obre a plenitud en ti!

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