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Como niños

“Les digo la verdad, el que no reciba el reino de Dios como un niño nunca entrará en él.” (NTV)

–Marcos 10:15

 

Mucha gente dice que la Navidad es para los niños, que cuando no hay niños en la familia la Navidad no es lo mismo. Aunque no estoy completamente de acuerdo con esas aseveraciones, sí reconozco que los niños aportan algo especial a las festividades navideñas. Por supuesto que sí. No hay nada más hermoso que la alegría que se refleja en el rostro de los niños cuando ven y abren sus regalos el día de Navidad y el día de Reyes, la ilusión de escribir la cartita a Santa Claus o de llenar la cajita de yerba para los camellos de los Reyes, el entusiasmo que los domina y casi no les deja dormir en la Noche Buena y la víspera de Reyes. Todo eso aporta una energía positiva y especial a la celebración. El mismo Jesús declaró que hay que ser como niños para entrar al reino de Dios. “Les digo la verdad, el que no reciba el reino de Dios como un niño nunca entrará en él.” ¿Y cómo es eso? ¿De qué manera es que los niños reciben el reino de Dios? Me parece que de la misma forma que reciben la Navidad: con ilusión, entusiasmo y alegría. La Navidad es la celebración de la llegada del Mesías prometido, del nacimiento del Emanuel, es decir, Dios con nosotros. Debemos ser como niños y acercarnos a la Navidad con la ilusión de recibir algo especial y maravilloso que llenará los anhelos de nuestra alma; anhelos de paz, de perdón, de reconciliación, de bienestar en todas las áreas de nuestra existencia. Debemos ser como niños y dejar que el entusiasmo, el entusiasmo y el anhelo de la llegada del Mesías domine y controle nuestros pensamientos, nuestras actitudes ante la vida. Debemos ser como niños y regocijarnos en la certeza de reconocer que Dios ha venido, no solo a Belén, sino particularmente a nuestros corazones para sanarnos, liberarnos, perdonarnos y darnos vida —vida nueva y eterna—.


En esta Navidad les invito a seguir el ejemplo de los niños. Hay quien pueda decir que en medio de las circunstancias que estamos viviendo, es muy difícil tener esa ilusión, sentir esa emoción y expresar esa alegría que caracteriza a los niños. Ciertamente, como seres humanos, se nos hace difícil. Sin embargo, nosotros somos nuevas criaturas en Cristo Jesús, escogidos y llamados para mostrarle al mundo la luz y la verdad del amor de Dios. El Espíritu Santo mora en nosotros. Ese Espíritu nos consuela y fortalece en medio de nuestras dificultades. Ese mismo Espíritu nos unge y nos capacita para vivir con fe, esperanza, gozo y paz en medio de toda circunstancia. Somos los hijos y las hijas de Dios. Recibamos con ilusión, entusiasmo y alegría el regalo de nuestro Padre: la llegada del Mesías.

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