Texto: Filipenses 4:4
El grupo de Adultos Mayores de nuestra iglesia ha escogido este texto de la carta a los Filipenses como lema de este aniversario. Esta es una carta que el apóstol Pablo escribe mientras se encuentra en una situación sumamente difícil. En el plano ministerial es un momento duro porque ve que el evangelio que él ha predicado con tanta fidelidad, está siendo amenazado por el egoísmo de algunos predicadores que sólo buscan su propio beneficio. Así lo afirma el propio Pablo; “Algunos a la verdad predican a Cristo por envidia y contienda; pero otros de buena voluntad. Los unos anuncian a Cristo por contención no sinceramente, pensando añadir aflicción a mis prisiones, pero los otros por amor, sabiendo que estoy puesto para la defensa del evangelio.” En el plano personal también es un momento gravísimo, porque Pablo se encuentra en prisión, y no sólo eso, sino que está en el corredor de la muerte, con la llegada inminente de su muerte.
Ante este cuadro, sabemos que el apóstol tiene sobradas razones para sentirse abatido, como para también cuestionarse su ministerio. Aun así y no empecen estas dificultades, el apóstol escribe de manera gozosa y agradecido a la iglesia que ha sido un gran apoyo en su ministerio.
Pablo se enfrenta a su realidad con una fe que nace de su convicción de que Dios es fiel. Aquí vemos una persona que vive con la certeza de que el amor y la misericordia de Dios son verdaderos, no son parte de una historia inventada para hacernos sentir bien. El apóstol sabe que Dios ha sido su socorro y su provisión; lo que le permite continuar adelante con una fe que es capaz de mirar el futuro sin temor, porque sabe que Dios es el mismo ayer y hoy y por los siglos.
El apóstol no deja brecha para la duda, no hay fisura en esta afirmación. Pablo sabe con toda contundencia, que Dios obrará de maneras nuevas, con el propósito de que lo que ha comenzado, no quede incompleto, sino que se cumpla a cabalidad.
Esta seguridad en la que se sostiene Pablo, y que nos invita que hagamos nuestra, es así, porque sabe que Dios responde de manera nueva e invita a la comunidad a regocijarse porque puede recordar la grandeza de Dios. No se trata de encubrir el lloro y la amargura, pues esas son realidades de la vida. Porque por más que lo tratemos de evitar, en la vida siempre vendrán situaciones difíciles; los conflictos son inherentes a la vida misma. La noche a veces nos toma desprevenidos y se nos cae encima, pero siempre hay una mañana nueva.
Así que, sin negar la hora difícil; sin ocultar que a veces aun lo que creemos no siempre encaja con lo que es nuestra realidad; a pesar de todas las cosas que parezcan apuntar hacia lo contrario, Dios está presente. Y ese encuentro con Dios y esa seguridad de la presencia de Dios nos permite elevar un cántico de gratitud, porque sabemos que Dios hace nuevas todas las cosas.
Sentimos gozo y vivimos en esperanza, porque sabemos, que Dios llevará a feliz término aquello que ha comenzado. Dios cumplirá su buena voluntad.
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