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Foto del escritorRvda. Yamina Apolinaris

“Alégrate ante el obrar de Dios”

Entonces dijo Sara: Dios me ha hecho reír y cualquiera que lo oyere se reirá conmigo” -Génesis 21:6

 

Esta es una mañana especial porque celebramos el Día de la Mujer Bautista. He querido tomar este texto de la historia de Sara y Abraham relacionada al nacimiento de su hijo, un texto conocido, para darle una nueva mirada.

Tomemos por ejemplo a Sara, un caso dramático. Una mujer que encontrándose ya anciana, es decir, sin posibilidades, con su vida hecha, Dios le sorprende con la noticia de un embarazo.

Sara se echó a reír, tanto que los visitantes le escucharon. Mucho se ha dicho con respecto a la risa de Sara, pero la verdad es que Sara, como también Abraham, tenían sobrada razón para echarse a reír en una situación como ésta, desde la naturaleza humana era una reacción apropiada a lo que parecía imposible. Es que a veces a falta de palabras, solo la risa puede expresar nuestra sorpresa. Esa risa acompañó no solo el anuncio de ese embarazo sino también el nacimiento, hasta el punto que al niño se le puso por nombre Isaac, que significa risa/reír.

Vivimos en un mundo racional, y como todos y todas sabemos, tendemos a dividir las áreas de nuestra vida donde tenemos unos compartimentos que tienen que ver con las cosas espirituales y otros con las no espirituales. Pero por otro lado separamos áreas de nuestra vida, que miramos desde lo lógico, lo racional. En este sentido somos como Sara y como Abraham, que cuando reciben el anuncio del nacimiento de su hijo, ambos se echan a reír. ¿Por qué?, porque no es lógico, porque es imposible, que una mujer de ochenta años pueda dar a luz un hijo, eso sencillamente no tiene sentido.

Así también hay áreas en la vida de cada cual que no esperamos cambios, transformaciones; áreas en las que no esperamos recibir ninguna sorpresa. Inclusive áreas en las que daríamos la bienvenida a alguna sorpresa, pero pensamos que ya todo está dicho o hecho.

Este texto reafirma nuestra convicción de que a Dios podemos encomendarle nuestros vacíos, nuestras carencias, con la confianza de que Dios transforma en vida lo que está muerto y hace posible en nosotros/as y a través nuestro lo que cumple su propósito y su buena voluntad. Otra vez, no es que al final sea lo que queremos, sino lo que Dios nos muestra que tiene propósito; y en eso, Dios nos ayudará a aceptarlo y vivirlo en fe.

Dios transforma nuestra risa de duda e incredulidad en carcajadas de alegría y de fe, porque no hay área en nuestra vida desde la cual Dios no nos pueda mostrar su gracia y su misericordia.

El contexto de esta historia es un mundo y una sociedad patriarcal, en el que las mujeres no tenían ninguna importancia. La sorpresa precisamente del texto es que, en esta promesa se incluyó a Sara también y ella fue un elemento crucial, desde el ámbito de la historia, en el cumplimiento de la promesa.

Es algo que también nos ha mostrado este tiempo de pandemia, donde se han dado tantos cambios; Dios obrando a través de personas y de maneras que pensábamos secundarias o insignificantes. Han tomado un rol protagónico para la Obra.

Así que en medio de todas estas dificultades; alégrate iglesia, porque Dios nos sigue sorprendiendo con su obrar. ¿No es sorpresa que ante tantas voces que se levantan y tantas palabras distorsionadas que se pronuncian, hombres, mujeres, jóvenes, niños y niñas puedan escuchar la voz de Dios y sus vidas sean transformadas por el poder de su palabra?

¿No es una sorpresa que personas que se encuentran angustiadas puedan recibir un nuevo gozo; que personas que están turbadas encuentren el verdadero camino; que personas que están bajo tantas cadenas y yugos puedan recibir liberación; que, ante tantas actitudes de rechazo, haya gente que se sienta acogida; que ante tanto desasosiego haya quien encuentre paz y se llene de esperanza?

Eso es posible porque Dios sigue implicándose con el ser humano, con todo ser humano; porque para Dios somos sus criaturas y Dios sigue en nuestra búsqueda, queriéndose involucrar en lo que impacta nuestra vida y queriendo transformar nuestros desiertos en humedales. Hoy celebramos esa sorpresa de Dios para nuestra vida. Estamos aquí sonrientes, alegres, con la risa no sólo en los labios sino más aún en el corazón, porque un día Dios nos sorprendió y nos sigue sorprendiendo con su obrar en nuestras vidas.

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