Santiago 5.13-18
El pasado lunes separamos un tiempo llamado Jornada de Oración. Como parte de este, un grupo de hermanos/as aceptó el reto de reunirse en el templo a las 6:00 a. m. para un tiempo de oración y comunión en el Espíritu. Cada una de las experiencias fue dirigida por los grupos de oración de nuestra iglesia, a quienes agradezco por propiciar un tiempo tan edificante.
Una de las razones por las cuales, como comunidad de fe, promovemos la oración es porque Jesús la modeló en su vida para que nosotros tuviésemos también compromiso de oración. Jesús hace énfasis en la oración para dejarnos saber que, cuando nos acercamos a Dios en oración, su presencia actúa en nosotros. También nos enseñó que debemos orar de manera espiritual y espontánea, y no con una formalidad rígida que limite la esencia de ésta. Ante todo, Jesús nos enseñó que el propósito de la oración no debe ser promover caprichos, sino que el nombre de Dios sea santificado.
Juan Calvino expresó: “las únicas personas que debida y correctamente se ceñirán para orar son las que están conmovidas por la majestad de Dios, que, libre de cuidados y afectos terrenales, llegan a la misma”. Pienso que Calvino había entendido la intención de aquella expresión de Jesús cuando dijo: “Padre nuestro… santificado sea tu nombre”, pues, solo cuando hemos entendido a quién nos acercamos cuando vamos en oración, nos acercamos de la manera correcta.
La carta de Santiago nos deja ver que la iglesia del siglo I había entendido la enseñanza de Jesús en cuanto a que, cuando nos acercamos a Dios en oración, su presencia actúa en nosotros. En el escrito se le recuerda a la iglesia, que, aunque ellos atravesaban por tiempos de gran aflicción y calamidad, en la oración podían ser fortalecidos y sostenidos. De esta manera, la consecuencia de la oración no quedaría en ser fortalecidos, sino que los llevaría a actos concretos de arrepentimiento y confesión los unos con los otros, así como a un compromiso de oración por quienes les rodeaban.
Al igual que los creyentes a quienes Santiago escribió, cada uno de nosotros debe afirmar su compromiso de oración, de manera que, además de ver la presencia de Dios actuando en nosotros, veamos el fruto concreto en nuestras relaciones de hermandad con otros/as.
Bendiciones,
Pastor Alberto
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