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Adviento: Jesús, dirección de Dios

Texto: Isaías 40: 1-11

 

Este texto que se encuentra en el capítulo 40 del libro Isaías es parte de las lecturas que se usan con mucha frecuencia en Adviento. Este poema es uno de los textos del llamado que son parte de la tradición profética del Antiguo Testamento.


Este texto del capítulo 40 es representativo de la tradición antigua del llamado. En ese sentido se asemeja mucho al texto del capítulo 6, pues, aunque han pasado más de 200 años entre un evento y otro, ambos hacen referencia a una persona que es convocada, llamada a una tarea, una persona que en los textos de Isaías no se sabe con certeza quién es, pero quien oye, intercepta la convocatoria divina porque entiende que ese llamado le compete.


En este caso, este pasaje, que, por cierto, es un poema (un cántico de cuatro estrofas y un coro) a lo que alude es a ese Dios fiel, que dirige y acompaña a su pueblo. Dios, quien siempre se ha implicado con su creación, quien nunca nos ha dejado de su mano, quien nunca está distante sino presente interactuando e irrumpiendo en la vida de sus criaturas.


El texto de Isaías destaca ese contraste entre Dios y su pueblo. Un pueblo al que se le ha dado el privilegio de ser llamado pueblo de Dios. Un pueblo que ha hecho pacto de obediencia y fidelidad a Dios; pero que a pesar de todo lo que ha visto y vivido se comporta como la yerba y las flores del campo, que se secan y marchitan; es decir, que su fidelidad no es constante, que decae, que cuando las circunstancias son adversas, cuando hay sequía, cuando los momentos son duros, se marchita y se seca. En contraste, Dios, a pesar de la infidelidad de su pueblo, a pesar de su desobediencia, a pesar de la amnesia selectiva de su pueblo, Dios no se olvida de su pueblo; siempre cumple su promesa de fidelidad.


En el lenguaje del A.T., "pecado" significa andar por el camino equivocado, por el mal camino, y el término "arrepentimiento" significa cambiar de dirección, de trayectoria. El significado por lo tanto es que el pueblo no estaba caminando por el camino correcto y es llamado a cambiar de dirección.


La novedad de esta acción reside en la radicalidad de la obra de Dios. El pueblo es llamado al arrepentimiento como preparación a lo que Dios ha de hacer y lo que Dios va a hacer es: Dios va a quitar todo obstáculo que impida que se cumpla el propósito divino. ¡Yo lo he visto, mis hermanos y hermanas! Lo he visto en mi vida y ministerio, y lo he visto en las vidas y ministerios de otras personas. Pero cuidado: no es que Dios va a preparar el camino para que nuestra voluntad sea hecha, sino para cumplir su propósito, de modo que a ti y a mí nos resta ubicarnos en el camino correcto de modo que estemos en sintonía con el propósito divino.


De modo que el gran reto como portavoces y mensajeros/mensajeras de Dios es que ese Dios fiel prepara un nuevo camino para reconciliar, ya no a unas pocas personas, sino a toda la humanidad con Dios. El llamado es al arrepentimiento y de ahí, desde acciones concretas, mostrar nuestra fidelidad a Dios, porque aún mejor que la mañana es la fidelidad de Dios. Por la fidelidad de Dios no hemos sido consumidos porque nunca decayó su fidelidad; nueva es cada mañana…


Este es un momento crucial en nuestra tierra, pues se necesita de un pueblo que esté de pie, atravesando el desierto, no desde la desesperanza, sino desde la confianza de que Dios nos acompaña. Se requieren líderes, pastores y pastoras que atiendan, animen, dirijan y alimenten un rebaño que necesita recibir alimento fresco y aguas cristalinas de modo que, no simplemente engorden, sino que crezcan y maduren.


El Señor nos invita a proclamar la buena noticia de la dirección y compañía del Dios que abre caminos de paz y de esperanza.

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